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jueves, 23 de julio de 2020

El lugar del cuerpo infante en la escuela. Una mirada psicomotriz.



El lugar del cuerpo infante en la escuela. Una mirada psicomotriz.

 

María Luz Echandía[1]

 

Resumen:          

Resumen:          

Que tan seguido,  escuchamos a los padres hablar sobre  niños y niñas derivados a neurólogos, psicomotricistas, psicopedagogos, etc. Este articulo intenta dar cuenta de que manera los procesos de aprendizaje atraviesan el cuerpo  de la misma manera,  se busca visibilizar la atención, como proceso, constituido por las posibilidades y vivencias corporales que experimenta el sujeto. Se busca entonces detenernos a pensar la educación tradicional y la realidad que se vivencia en las aulas  al momento de integrar a los estudiantes y  la importancia del trabajo de un psicomotricista para el mismo

Palabras claves:                                 

Psicomotricidad. Intervención psicomotriz. Educación. Infancia. Escuela. Educación tradicional. Sobrediagnosticación.

Abstract: 

How often do we hear parents refer children to neurologists, psychometricians, psychopedagogues, etc. This article tries to give an account of how the learning processes go through the body in the same way, seeking to make attention visible, as a process, constituted by the possibilities and body experiences that the subject experiences. The aim is to stop and think about traditional education and the reality experienced in the classroom when integrating students and the importance of the work of a psychomotor specialist for them.

Keywords:

Psychomotricity. Psychomotor intervention. Education. Childhood. School. Traditional education. Overdiagnosis.

Introducción:

Este texto busca poner de manifiesto la importancia de la práctica psicomotriz en espacios donde la misma no se desarrolla con la importancia que merece. Este es el  ámbito educativo,  como nos explica Laura Trujillo, la  Educación PSM disciplina que potencia el despliegue y la manifestación de  las capacidades sensitivas, perceptivas, representativas, comunicativas y expresivas poniendo como lugar  el cuerpo en el encuentro que se produce entre el niño y su entorno, teniendo en cuenta que el intercambio que se produce es la base donde todo aprendizaje se va constituir

A la hora de pensar y repensar a los niños como protagonista, en un espacio donde el su hacer psicomotor y los procesos de interiorización de las funciones superiores se den de forma conjunta, nos apoyamos en la intervención psicomotriz, como herramienta, para detectar aquellos niños que son derivados a diferentes profesionales del área de la salud, sin padecer una patología de base, pero no pudiendo cumplimentar con la rigurosa estructura que exige el sistema educativo, siendo niños que necesitan ser respetados por sus singularidades e integrados de esta forma

En una entrevista Bernard Aucouturier, quien es uno de los principales representante de la intervención psicomotriz en el ámbito educativo, responde lo siguiente ante la pregunta ¿Su concepción es una concepción de respeto al niño?:

Cierto, una concepción filosófica, psicológica y pedagógica de respeto al desarrollo del niño. Pero hoy es muy difícil contener las presiones ejercidas sobre el niño por parte de las familias o de la institución escolar, pues éstas piensan que el niño debe adquirir lo más rápido posible un máximo de conocimientos, sin saber si este tiene posibilidad de adquirirlos, sin preguntarse si el niño los puede integrar. Este es por lo menos el problema de la escuela pues la adquisición de los conocimientos y de la cultura requiere una maduración tónico-emocional indispensable, que no es alcanzada por todos los niños a la misma edad. (2015, p. 207)

A su vez, María Montessori en El descubrimiento del niño, publicado en 1948, nos recuerda la importancia de la cercanía explorativa del medio, ya que es a partir de ella que la inteligencia aumenta las ideas operativas sin las cuales su funcionamiento abstracto carecería de fundamento y precisión, exactitud e inspiración. 

Otro aspecto relacionado a lo que se viene mencionando es la tendencia que tienen las autoridades escolares a sobre diagnosticar la infancia. La Dra. Virginia Moyer (2018) señala, de manera acertada, que urge la adquisición de conocimientos sobre el daño que puede generar el sobrediagnóstico, así como también es necesario transmitirlos a los colegas, en pos de aprender a encontrar el equilibrio entre el posible beneficio de un diagnóstico y el riesgo del sobrediagnóstico. En relación con esto, cada vez que llega un niño a consulta derivado por situaciones similares, me detengo a preguntar: ¿Desde dónde es mirado ese niño? ¿Por qué razón ha sido derivado? El interrogante me lleva a pensar en los procesos intervinientes en la construcción de las representaciones sociales que circulan en el discurso escolar y, que al mismo tiempo, naturalizan la analogía entre problemas de aprendizajes, fracaso escolar, bajo rendimiento y patología. Estas categorizaciones se advierten en diversas prácticas educativas y constituyen las prácticas de exclusión basadas en la circulación de términos a modo de rótulo, marca o etiqueta como única identificación de los alumnos, borrando de esta manera sus aspectos identitarios.

El proceso de aprendizaje corporal.

Todas las frases que rotulan el rendimiento condicionan, marcan y dejan huellas en los niños, y determinan así las maneras en las que son mirados aquellos niños que, lejos de ser observados por sus características singulares, son observados desde artificiosos y rigurosos estándares sociales según los cuales se establece que deberían quedarse quietos, escribir de determinada manera, cumplimentar ciertos aprendizajes, alcanzar ciertos niveles, entre otros. Todo esto y más sucede día a día en una educación donde la vivencialidad corporal no tiene lugar ni demasiada relevancia.

En ese sentido, en el contexto educativo resulta necesario nuestro lugar como psicomotricistas para poder vivenciar el movimiento, en el sentido de poner la mirada en observar, contemplar, acompañar y favorecer el desarrollo de los niños teniendo en cuenta que las experiencias vividas, durante la etapa de escolarización, constituirán los aspectos significativos en la vida de las personas. En razón de ello, urge una práctica que brinde herramientas facilitadoras del desarrollo psicomotor integral, en pos de posicionar a los niños como protagonistas capaces de accionar, resolver, descubrir, aprender, y aprehender.

De tal manera, lo central reside en el hecho de reconsiderar la mirada sobre la niñez, al favorecer la construcción del sentido de autonomía y el desarrollo de la identidad desde temprana edad y dar cuenta que las niñas y niños no son sujetos de reacción en un mundo adultocéntrico, sino que tienen una actividad que les es propia y les identifica: el juego. Partiendo de esta actividad autónoma, podremos desarrollar y hacer surgir estructuras y esquemas sensoriomotrices fundamentales para el desarrollo motriz y cognitivo, a la vez que será posible habilitar un espacio donde favorecer la maduración y el desarrollo integral y progresivo de las niñas y niños en sus primeros años. Sobre el juego Aucouturier (2015) sostiene:

En el juego espontáneo existe una dimensión psicomotriz por excelencia que pone en evidencia la amalgama de sensaciones de la tonicidad, de la gestualidad, de las emociones, de las representaciones conscientes e inconscientes y del placer de actuar. El juego espontáneo es pues la dimensión psicomotriz por excelencia y es un momento único del desarrollo psicológico del niño antes de que se instale en la realidad de la cultura a partir del fin del pensamiento mágico hacia el sexto año. (p. 208)

Es en esta instancia que la psicomotricidad educativa y preventiva entra en escena, pues ésta dinámica favorece la vivencia en primera persona movilizada por la exploración, así como también es funcional al aprendizaje a partir de la vivencia y el registro corporal. El recorrido de las vivencias y posibilidades van desde el placer sensorio motriz hacia el juego simbólico y, por lo tanto, al pensamiento operatorio. Así es como esta práctica no se basa en que el niño aprenda una serie de ejercicios o conocimientos puntuales, sino que busca generar y habilitar un espacio para que el niño explore, descubra y por tanto el aprendizaje y la vivencia se den de forma conjunta, el niño no juega para aprender sino que aprende porque juega.

Principalmente se trata de habilitar un espacio donde cada niño pueda desarrollarse y madurar de manera integral y progresiva, ya que una vez ingresados al sistema educativo se enfrentan a una etapa en la cual el aprendizaje se vuelve, de alguna manera, el objetivo principal para el sistema educativo. En consecuencia, maestras y maestros se disponen a enseñarles a los niños y niñas en formación una cierta cantidad de contenidos, valores y sentidos pero… ¿qué sucede con el cuerpo de esos niños y niñas durante tal proceso?

Vayer (1985) sostiene que solamente el niño que domina el uso de su cuerpo es capaz de aprehender los elementos de su entorno y establecer relaciones entre ellos, es decir, desarrollar su inteligencia. En tal sentido, el trabajo educativo debe realizarse teniendo en cuenta el nivel de pensamiento de los alumnos y su maduración, ya que es durante la infancia que descubren su cuerpo y el movimiento, o sea, las principales vías para descubrir el mundo que los rodea y con ello las posibilidades de acción.

Asimismo, es de vital importancia entender desde qué lugar nos posicionamos al momento de pensar en un sujeto y su cuerpo. Levin (1991) hace referencia al cuerpo como receptáculo, parlante, erógeno, instrumental, investido, discursivo y simbólico. Dentro de la mirada psicomotriz incluimos lo instrumental y lo cognitivo no como hechos aislados e independientes, sino como parte del decir corporal del sujeto. De los gestos el cuerpo se construye y constituye en relación con otros, una relación que se encuentra habilitada a través del toque, la caricia, la mirada, siendo el movimiento el factor de desarrollo y expresión del individuo en relación con su entorno. De esa manera, las inscripciones corporales en el lenguaje quedan grabadas en lo inconsciente y determinan al sujeto, dado que son parte del decir corporal de un sujeto y la singular forma de ser y estar en mundo (Levin, 1991).

Por esta razón es posible aseverar que el cuerpo es legible: tanto las posturas como el tono muscular y los gestos pueden decodificarse comunicativamente. El cuerpo es fonológico, y el que habla es el sujeto a través de su corporalidad a partir de las variaciones tónicas, movimiento, gestos, el esquema corporal, entre otros. De allí que la Psicomotricidad realiza una lectura simbólica del decir corporal de un sujeto, que se mira y se dice. Al respecto, Aucouturier (1985) introduce el concepto de expresividad psicomotriz comprendiendo a esta como

(…) la manera de ser y de estar, original y privilegiada del niño en el mundo. Puede afirmarse que la expresividad psicomotriz actualiza una vivencia lejana cuyo sentido puede ser captado gracias a las variaciones más diversas de su relación tónico-emocional con las personas, con el espacio y con los objetos. (1985, p. 22)

De esta conceptualización se desprende la necesidad de hablar de manifestaciones psicomotrices, ya que intentamos darle una mirada global al cuerpo del sujeto y considerarlo como una vía de expresión y comunicación por y para otro, a la vez que representa la vía que tiene el psicomotricista para mirar el saber del cuerpo de cada niño y niña. Pensando a las  manifestaciones como la expresividad de las emociones, la conformación de la postura y la organización del cuerpo, la combinación de la mirada y la visión en procesos de comunicación y aprendizaje, la gesta de las capacidades de atención y escucha, y el desarrollo de gestuales. En definitiva, la existencia de estas manifestaciones es la prueba de la existencia corporal, soporte de la expresión y la comunicación.

La integración y la articulación de estas manifestaciones psicomotrices  tiene su lugar en el cuerpo, son el cuerpo, cuerpo presente en la comunicación con los otros y con el medio, cuerpo como lugar de los aprendizajes, en un permanente intercambio de situaciones extereoceptivas , que asimila y acomoda y luego expresa en sus producciones como gestos, actitudes, posturas y simbolización. Como  así las propioceptivas

Para la apropiación de todo ello, los niños  deben de poder  explorar, analizar, reflexionar, observar y de acuerdo a sus capacidades caminará hacia el descubrimiento de sus necesidades, teniendo como origen  una disponibilidad corporal y psíquica y de las vivencias impulsivo-emocional del movimiento, de la postura, el equilibrio, la respiración y el medio (el espacio, el tiempo y los otros). Todos esos aspectos podrán ayudarle a su desarrollo evolutivo, en donde encontrará sus límites en el juego, pondrá de manifiesto sentimientos y emociones y  dará lugar a identificar las diferencias entre él y los otros,

Es por Todo esto, que  nos detenemos a repensar a las estructuras educativas actuales, ¿cuál es el lugar del sujeto dentro del ámbito educativo actual y, a la vez,  cómo es mirado, registrado y percibido por los adultos, quienes frente a un niño que sale de los estándares deducen que lo secunda una patología y lo derivan a neurólogos, psicopedagogos, psicomotricistas. Tal como sostiene Harriague (2010) “Tener en cuenta a la educación psicomotriz en la escuela sería necesario por su rol en la prevención de dificultades y fracasos, brindando su aporte desde una educación integral y totalizadora del sujeto” (p.5).

Bibliografía.

Aucouturier, B. (2015) La Práctica Psicomotriz a nivel educativo, preventivo y terapéutico. En RELAdEI. Revista Latinoamericana de Educación Infantil.

Aucouturier, B. Darrault, I. Empinet, J.L. (1985) La práctica psicomotriz. Reeducación y terapia. Barcelona: Científico-Médica.

Chokler, M. (1999) Acerca de la Práctica Psicomotriz de Bernard Aucouturier. Buenos Aires: Fundari.

Harriague, C. (2010) Cuerpo lugar “de”, en continua adaptación “para”. Artículo publicado en “CUERPO. Psm”. ISSN:1851-9105.

Laura Mas Trujillo (2013-14)  La Práctica de la Psicomotricidad Educativa y Preventiva, trabajo e final de grado, Universitat De Les Illes Balears.

Levin, E. (1991) la clínica psicomotriz. El cuerpo en el lenguaje. Buenos Aires: Editorial Nueva Visión.

Montessori, M. (1948) El descubrimiento del niño. México: Editorial Diana.

Moyer, V. (2018) Sobrediagnóstico: “Un mal que daña a nuestros niños”. En Arch Argent Pediatr 2018;116(6):426-429.

Vayer, P. (1985) El niño frente al mundo. Barcelona: Científico-Médica


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[1] Psicomotricista. Estudiante del último año de la licenciatura en psicomotricidad. Acompañante terapéutico. Equino terapeuta.