miércoles, 2 de octubre de 2013

Clínica y Educación en Psicomotricidad: ¿Cuál es el límite?


El presente artículo surgió a raíz de un trabajo de análisis solicitado por las docentes de la cátedra Clínica Psicomotriz en la Universidad Nacional de Tres de Febrero, luego de haber atravesado un cuatrimestre reflexionando sobre diversas temáticas que forman parte de la clínica psicomotriz. El mismo consistía en formular interrogantes sobre los conceptos y las temáticas estudiadas y analizadas.
Si bien no fue un trabajo sencillo de realizar, creo que fue una instancia que me permitió indagar y (re)pensar el modo de intervención como psicomotricistas. El trabajo mencionado consistió en reflexionar e investigar sobre el límite existente entre el quehacer clínico y el educativo. A raíz de haber entrado en contacto con el libro “Discapacidad: Clínica y educación” de Esteban Levin (2008) se reanudó en mí el siguiente interrogante: ¿cuánto de la clínica psicomotriz se filtra en el ámbito educativo? y viceversa ¿cuánto de lo educativo podría encontrarse en la clínica psicomotriz?.
Luego de haber repasado apuntes y textos de la cátedra Psicomotricidad en educación me encuentro en condición de afirmar que la mirada psicomotriz estará centrada en el cuerpo y sus producciones tanto en las distintas escenas educativas como en los diversos modos de relación que puedan existir entre el niño y el adulto a su cargo o entre los mismos niños. Sin ir más lejos, podría aseverar que las temáticas a trabajar en el campo educativo, desde la psicomotricidad, estarán focalizadas, entre otras, en el acompañamiento a los niños con diversas problemáticas y también se ocupará de los aspectos preventivos. Justamente, éste es uno de los puntos en donde me gustaría centrar el interrogante mencionado.
Para continuar ahondando sobre el límite existente entre la clínica psicomotriz, la psicomotricidad en el ámbito educativo y/o la educación en sí misma, creo pertinente presentar una definición del término “educación”:

“La educación puede definirse como el proceso de socialización de los individuos. Al educarse, una persona asimila y aprende conocimientos. La educación también implica una concienciación cultural y conductual, donde las nuevas generaciones adquieren los modos de ser de generaciones anteriores.
El proceso educativo se materializa en una serie de habilidades y valores, que producen cambios intelectuales, emocionales y sociales en el individuo. (…)
En el caso de los niños, la educación busca fomentar el proceso de estructuración del pensamiento y de las formas de expresión. Ayuda en el proceso madurativo sensorio-motor y estimula la integración y la convivencia grupal.”

Por otra parte, si la labor clínica se centra en las problemáticas acaecidas en la construcción del desarrollo psicomotor, en la conceptualización teórica y en las diversas problemáticas que ocurren en la misma dinámica del trabajo clínico; me pregunto ¿Cuánto de dichas problemáticas surgidas durante el proceso de construcción del desarrollo psicomotor se ven potenciadas o inducidas por el proceso educativo? y también ¿Es factible pensar que un acompañamiento o alguna medida preventiva pueda ponerse en juego en el ámbito educativo a modo de intervención clínica?.
Siguiendo con el desarrollo de esta línea de pensamiento sobre las diversas problemáticas surgidas en el contexto escolar, Norma Filidoro[1] (2009), en un artículo publicado en la revista “Cuerpo”, plantea lo siguiente:

“… el Equipo de Psicopedagogía del Hospital de Niños nos enseña un recurso que emerge de una posición clínica que no evita la complejidad sino que, muy por el contrario la toma creando la posibilidad de pensar el contexto escolar como constitutivo de los problemas en el aprendizaje antes que como medio externo que favorece u obstaculiza la apropiación de los conocimientos.
Se trata de la creación de condiciones que permitan hacer visible el discurso escolar y sus efectos de inclusión o exclusión. Consecuentemente, crea la posibilidad de pensar las intervenciones en la escuela como uno de los ejes de intervención clínica de la Psicopedagogía. Pensar la escuela (además del niño y sus padres) como uno de los ejes de la intervención clínica habilita la creación de recursos para introducirnos en el sistema escolar haciendo pregunta a un discurso oficial que sostiene que lo valioso es Uno para todos; nos permite crear recursos para poner en cuestión a un dispositivo escolar que sostiene que aquel que no logra apropiarse de “Lo Uno” en los tiempos, los lugares y los modos establecidos se convierte en portador de una diferencia que lo hace pasible de la colonización cuando se lo considera “un deficiente” o sujeto de exclusión cuando se lo considera “peligroso” o “perjudicial” para los otros o para el sistema.”

Si bien la cita anterior está centrada en la Psicopedagogía, es en el mismo sentido que pretendo reflexionar desde la Psicomotricidad. Puntualmente busco hacer referencia a la posición que el psicomotricista adopta como “puente” entre el posicionamiento de los padres para con ese niño en cuestión y el niño; pero además, no dejando por fuera a la institución educativa. Sin embargo, cabe mencionar que esta imagen también advierte que no debe perderse de vista el ulterior corrimiento del terapeuta. Esta imagen, considero que permite ser sustituida por los siguientes términos: conectar, ligar, unir, re-unir, enlazar, sostener, entre otros.
Al respecto, Sykuler, centrando su mirada en la clínica psicomotriz, sostiene que:   

“Las preguntas que nos formulamos están ligadas íntimamente con el motivo de consulta, con el giro que se produce en la posición del niño, de los padres y del terapeuta. Digo la posición que el niño toma para con su cuerpo y su funcionamiento, la de los padres en recuperar su lugar de propiciadores de autonomía del niño, y la del terapeuta en el corrimiento de su lugar de referencia y sostén del desarrollo del niño.”

En este sentido, mi pregunta inicial busca reflexionar sobre si “algo” del modo de intervención clínica puede llegar a tener lugar dentro del dispositivo educativo; dado que, a fin de cuentas, en ambos dispositivos se trabaja sobre y con el posicionamiento del paciente/alumno.
Quiero destacar que no pretendo desdibujar los límites de los dispositivos de intervención psicomotriz sino que pretendo pensar y reflexionar sobre el posicionamiento y la forma en que los distintos modos de acción permiten acompañar al paciente/alumno en sus diversas dificultades y problemáticas.
Creo que este interrogante surge en mí a raíz de ser una profesora de danzas atravesada por el discurso psicomotor. Si bien la danza no responde, en líneas generales, a los patrones de la educación oficial, considero que la rigurosidad de la enseñanza de las diversas técnicas, en muchas ocasiones (por no decir siempre), dejan por fuera lo que al alumno le acontece en su cuerpo ante los desafíos presentados. A modo de ejemplo, se me ocurre mencionar lo ocurrido con una alumna de 7 años y con otra alumna de 16 años.
A la niña de 7 años, Matilda, le generaba miedo atravesar sola la diagonal del salón para realizar una secuencia de movimientos determinada por lo cual, en un primer momento, me dispuse a acompañarla de la mano realizando dicho ejercicio. Con el transcurrir de las semanas, frente a la misma propuesta y, nuevamente, la sensación de miedo, simplemente ambas comenzamos a recorrer la diagonal juntas haciendo la secuencia de movimientos solicitada. Finalmente, con el paso del tiempo pude ir alejándome de ella, e inclusive, correr mi mirada cuando ella se encontraba cruzando el salón con alguna secuencia de movimientos. Sin ir más lejos, hubo un día en que Matilda me sorprendió al pedirme ser la primera en formar el “tren de las diagonales”.
Por otra parte, a la adolescente de 16 años, Catalina, le genera miedo e incomodidad saltar. Ella fue tanto compañera de curso como alumna. Siendo compañeras, quien era nuestra profesora, frente al impedimento de los saltos y a la desorganización general de su cuerpo al momento de saltar intervenía con gritos, como suele suceder en este ambiente. Considero es un método que lo único que hace es obstaculizar y bloquear, cada vez más, el fluir del movimiento solicitado. Luego, por poco tiempo, Catalina fue alumna mía y, en ese entonces, mi intención frente al pedido del mismo tipo de salto fue desglosarlo para que ella pudiera ir registrando lo que sucedía con el pasaje de su propio peso de una pierna a la otra durante dicho salto. No logré la armonía que ese salto requiere ni la coordinación específica entre brazos y piernas, pero la calidad del movimiento no era crispada ni cargada de tensión extra. Por otra parte, Catalina me dijo que si bien le costaba mucho realizar ese salto había comprendido cómo tenía que moverse.
Hay una frase de Sykuler (1997), quien retoma una cita de Bergés, que me parece interesante mencionar en este punto del análisis:

“ ‘El papel de la reeducación psicomotriz es el de instalar al cuerpo en el lugar en el que el niño pueda decir YO.’ (…) Al tomar posición con su cuerpo, el niño establece quién es respecto del otro. (…) Tomar posición, adquirir un lugar, apropiarse de su cuerpo, mirar y mirarse, recibir y expresar.”

En este sentido, podría enunciarse que la función del psicomotricista es la de acompañar a los niños[2] en la toma de su propia posición frente a los obstáculos que el proceso educativo, en este caso puntual, les presente.
Entiendo que, a lo largo del presente análisis se ponen en juego diversas cuestiones que vinculan, a mi modo de entender, aspectos de la educación y aspectos de la clínica psicomotriz. Tal vez, el punto central no radique en hacer un forzamiento entre ambos ámbitos mencionados, sino solamente estar advertidos del delgado nexo que puede existir entre ellos.  

 
                                                                      Yamila Bejarano
  Técnica en Psicomotricidad 

Bibliografía:

ü  González, L. (2001), “¿Qué cura la psicomotricidad?”. Trabajo presentado en las jornadas Psicomotricidad: el devenir de una disciplina”, organizadas por la UNTREF y la AAP.
ü  Bergés J. (1974), “Algunos temas de investigación en psicomotricidad” en Cuadernos de Terapia Psicomotriz. Número especial de la Soc. Internacional de Terapia Psicomotriz para los países de lengua española. Buenos Aires: V. Singeser de Votadoro.
ü  Encuentro con Francoise Désobeau, (1978) en Revista de Psicomotricidad, editado por la AAP.
ü  Filidoro N. (2009), “La clínica como creación de posibles” en Revista Cuerpo. Año 2. Nº 5.
ü  González L. (1985), “Reflexiones acerca de la terapia psicomotriz” y “Cuestiones de la clínica psicomotriz” en Pensar lo Psicomotor. La constructividad corporal y otros textos. Editorial UNTREF.
ü  Sykuler C., “Acerca del final de un tratamiento psicomotor” en Crónicas Clínicas en Relajación Terapéutica y Psicomotricidad.
ü  Sykuler C. (1997), “Algunos conceptos para pensar la clínica psicomotriz” en Reuniones clínicas en Psicomotricidad.

Referencias electrónicas

ü  ---- (2008). Definición de Educación en http://definicion.de/educacion/. Extraído el 7 de Febrero del 2013.

Apuntes de clases de la Licenciatura en Psicomotricidad en la Universidad Nacional de Tres de Febrero:

ü  Psicomotricidad en educación. Susana Mo. Año 2011.
ü  Seminario de Semiología Observacional. Débora Schojed-Ortiz. Año 2012.
ü  Clínica Psicomotriz. Claudia Sykuler. Año 2012-2013.





[1] Norma Filidoro: Lic. en Cs de la Educación (UBA); Mgter. En Psicopedagogía Clínica (Universidad de León); Supervisora de equipos clínicos y escolares, de instituciones públicas y privadas.
[2] Cabe aclarar que utilizo el término niños debido a que me encuentro vinculando el campo educativo con el de la clínica y, en este punto de análisis, dejo por fuera las edades que no se encuentran escolarizadas. Sin embargo, creo que podría hacerse extensivo a todas aquellas edades que se encuentren involucradas con lo educativo.

www.revistadepsicomotricidad.com agradece públicamente a la Técnica en Psicomotricidad Yamila Bejarano por enviar este artículo desde Buenos Aires, Argentina.