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sábado, 4 de junio de 2022

Algunas consideraciones del proceso de estructuración psicomotriz en bebés prematuros en situación de internación.




Algunas consideraciones del proceso de estructuración psicomotriz en bebés prematuros en situación de internación.

Florencia Bueno

Licenciada en Psicomotricidad

Introducción

Las diferentes circunstancias en las cuales se nace condicionan en gran medida, las posibilidades de ser y estar en nuestro entorno. El nacimiento dentro de condiciones de respeto y de cuidado hacia la madre, bebé y padre, brinda un cúmulo de experiencias que viabilizan el inicio de la vida dentro de un entramado de seguridad y confianza.

Ante esta realidad es que nos cuestionamos cómo impacta en la estructuración psicomotriz de los recién nacidos prematuros, cuando la situación de internación es la requerida. Esta circunstancia implica la separación del cuerpo materno y la necesidad imperiosa de adaptarse a un entorno que brinda un bombardeo de estímulos -visuales, olfativos, kinestésicos, auditivos-, que distan de ser los esperados para los primeros momentos de la vida.

Sonidos fuertes, luz intensa, manipulaciones excesivas, procedimientos médicos necesarios, intervenciones que pueden ser dolorosas, impactan sobre el cuerpo del bebé, el cual se caracteriza por una inmadurez extrema, y más aún en aquellos en situación de prematurez.

Teniendo en consideración la vivencia por la cual atraviesan un número importante de recién nacidos, es que nos proponemos analizar este contexto y su posible impacto en la estructuración psicomotriz de éstos.

El primer hábitat del bebé: el cuerpo del otro como lugar privilegiado

El ser humano necesita como todos los mamíferos, de una serie de hábitats que hagan posible su vida. El útero materno, el contacto cuerpo a cuerpo con la madre, la familia, y el resto del entorno humano, son los diferentes espacios que hacen posible la vida y el desarrollo (Bergman, 2005).

Según Alberts (1994) es en cada uno de estos hábitats que el organismo está neurobiológicamente programado para comportarse de manera que le permita satisfacer sus necesidades (Alberts, 1994). Consideramos que esta premisa debe ser relativizada, especialmente si el bebé nace en condiciones de prematurez o en presencia de patologías o síndromes.

Si pensamos en un bebé en situación de prematurez, especialmente con edad gestacional reducida, el tiempo de permanecer en el útero materno, es interrumpido bruscamente y por tanto nace perdiendo su hábitat óptimo en función de su estado de maduración y tampoco lo cobija el hábitat materno cuerpo a cuerpo, ya que la necesidad imperiosa es la de salvaguardar la vida, por lo cual las condiciones de internación determinan su existencia.

De esta manera el bebé prematuro internado se enfrenta a una doble situación desventajosa, por un lado, carece de sus figuras parentales que le brindan los cuidados físicos y emocionales que necesita en este momento de su vida; y por otro, está inmerso en un entorno que le ofrece estímulos con un alto nivel de intensidad (luces, sonidos, manipulaciones excesivas) necesarios para su sobrevida, pero inapropiados para favorecer su neurodesarrollo y su estructuración psíquica.

La no presencia constante en los cuidados del recién nacido durante la internación de éste, de aquellas personas que cumplen con la función materna[1],  dificulta diversos procesos que se instalan después del nacimiento.

Uno de los aspectos que consideramos de suma importancia es la dificultad de establecer el interjuego entre demanda-satisfacción en el bebé.

Varios autores, especialmente Wallon (1975), consideran que es en la dialéctica necesidad- satisfacción, que se vehiculiza el pasaje de aspectos puramente neurofisiológicos, a aspectos psíquicos en el bebé.

Plantea que el recién nacido presenta un bagaje biológico desde el nacimiento constituido por las funciones vitales, las sensaciones, el tono, la función postural, el movimiento, las emociones, a través de las cuales llama y responde al entorno (García Ferrés, 2009).

Wallon (1975) explicita en su teoría que el bebé se encuentra acaparado, fundamentalmente, por su sensibilidad interoceptiva, funciones alimenticias, y su sensibilidad propioceptiva, posición de su cuerpo.

Cuando el bebé experimenta una sensación de malestar, incomodidad, por ejemplo, hambre, manifiesta su disconfort a través de agitación, de descargas motrices, de aumento de tono, de llanto. Este llamado que realiza al entorno espera una respuesta de un otro, que, entrando en sintonía con la emoción manifestada, responde y significa el llamado del bebé.

La respuesta dada, en el caso que sea la que necesita el bebé, genera una experiencia de satisfacción y por tanto un descenso de tono y distensión. De esta manera, en las reiteradas experiencias que experimenta, se inaugura y se establece las condiciones que hacen posible el pasaje del organismo al psiquismo.

Por tanto, es a partir de este interjuego demanda-satisfacción que el bebé va estableciendo una unión entre las sensaciones de malestar y bienestar corporal, con el llamado al otro, la presencia del otro vehiculizando la satisfacción a través de una experiencia compartida.

“Es el otro materno quien se hace cargo de buscar modos de tramitar esta tensión, posibilitando la deriva del exceso y dando lugar a que el tono se constituya en un funcionamiento que expresa y recepta tanto las sensaciones, y necesidades que provienen del interior del cuerpo como los diferentes momentos de intercambio en la relación del bebé con su madre” (González, 2007, 6).

La persistencia de la presencia o ausencia del otro que cumpla la función materna condiciona el proceso de estructuración psicomotriz. González (1984), define a la estructura psicomotriz como una construcción en y para la relación con otro.

A partir de estos constructos teóricos resignificamos una propiedad fundamental que tiene el tono, que es la de fluctuar según los estados de satisfacción y los estados de tensión vinculados a las necesidades del cuerpo del bebé, así como a las necesidades de relación y de intercambio con un otro.

En el contexto de la internación de las unidades neonatales, hay varias variables que condicionan la respuesta al llamado del bebé y el encuentro de éste con el referente. La dinámica de los diferentes servicios, la restricción a la entrada 24 horas de los referentes de cuidado (aspecto que está en vías de cambio), el disponer de una cierta comodidad para brindarle a éstos, las diferentes situaciones de urgencia a las cuales hay que responder. Estas variables dificultan la continuidad de la presencia de los referentes de cuidado, y por tanto determina que, en varias ocasiones, el llamado del bebé no encuentre una respuesta adecuada.

Consideramos de suma importancia que la demanda del bebé expresado por el llanto, el exceso de movimiento, las descargas motrices, reciba una respuesta del otro que en ese momento esté a su cuidado, en el mejor de los casos sus figuras parentales, o el personal de salud.

La unidad neonatal emisora de estímulos diversos e intensos

El bebé que se encuentra internado en las unidades neonatales, especialmente si ha nacido de forma prematura, presenta inmadurez y por tanto la necesidad de una crianza prolongada que satisfaga sus diversas necesidades.

La condición de prematurez, impacta significativamente en las rudimentarias posibilidades de regularse en el medio extrauterino.  Por tanto, la complejidad y diversa intensidad de los estímulos en estas unidades, genera desorganización y estrés para el recién nacido.

La teoría sinactiva, desarrollada en 1982 por la Dra. Als, plantea una jerarquía de niveles de organización del desarrollo neuroconductual del bebé.  Los diversos comportamientos son el resultado de la interacción entre varios sistemas con el ambiente: fisiológico, motor, estados de conciencia, atención/interacción, regulatorio. Cuando los estímulos son adecuados para el estado de maduración, se mantiene la integridad funcional y el crecimiento de los recién nacidos.

El nacer en condiciones de prematurez y necesitar de cuidados especializados, determina que necesariamente estén expuestos a experiencias multimodales intensas, ante las cuales no presentan aún recursos para regularse y poder adaptarse, sumado a que carecen de la presencia constante de los referentes de cuidado.

Predomina en las unidades neonatales, sonidos intensos, de monitores, del personal de salud, que en ocasiones tiende a ser numeroso, de la rutina propia del servicio, entre otros.  Además, con respecto al estímulo lumínico, predominan luces intensas, generalmente sin posibilidad de variar en función de las necesidades de cada bebé (aspecto sobre el cual se está tomando conciencia y buscando estrategias para cambiar esta situación).

Otro aspecto no menos importante es el cuidado al cuerpo de éste. Recibe numerosas manipulaciones, intervenciones, que tienden a ser rápidas, realizadas en forma mecánica, generalmente sin ser anticipadas.

Por tanto, las diferentes características ambientales que predominan en estos servicios, sin dejar de reconocer que hacen posible la sobrevida del recién nacido, distan de ser las condiciones óptimas necesarias que lo acogen, fundamentalmente cuando éste nace antes de tiempo.

Cobra fundamental relevancia el poder comprender que el ambiente en el cual se está desarrollando el bebé, con las características ya mencionadas, genera un estado de alerta y estrés, que tiende a ser reiterado y, por tanto, repercutiendo en el proceso de estructuración psicomotriz.

Consideraciones finales

El nacer antes de tiempo, implica una situación de crisis tanto para el bebé como para el entorno familiar. Pensando en el bebé, éste se enfrenta a una situación abrupta, inesperada, para la cual no cuenta con una estructura psíquica que haga posible su tránsito y su elaboración.

La presencia constante de las figuras de cuidado en estos espacios de atención especializada, son imprescindibles para brindar sostén emocional, físico, para catalizar los estímulos que le llegan, para dar sentido a esta experiencia intensa, y permitir la regulación del bebé.

Todas aquellas acciones que implementemos en las unidades neonatales para disminuir el efecto de la multiplicidad de estímulos, junto a la presencia constante de los referentes de cuidado, constituyen aspectos centrales para el cuidado del neurodesarrollo y de la estructuración psíquica del bebé.

 

 

 

 

 

 

 

Bibliografía

Alberts, S. C. (1994). Vigilance in young baboons: effects of habitat, age, sex, and maternal rank on glance rate. Animal Behaviour47(4), 749-755.

Als H., (1986). A synactive model of neonatal behavioral organization. Phys Occup Ther Pediatr; 6, 35-55.

Basso, G., (2012). Un nacimiento prematuro: acompañando el neurodesarrollo. Buenos Aires: Cesarini Hnos.

Bergman, N., (2005). Sextas Jornadas Internacionales sobre Lactancia, Paris.

García Ferres, B., (1999). El cuerpo. Cuerpo real, esquema corporal, imagen corporal. En Cuerpo y Representación

González, L. (2007). Psiquismo y tono. Notas sobre la crianza. Asociación Argentina de Psicomotricidad.

González, L. (2009). Pensar lo psicomotor. La constructividad corporal y otros textos. Buenos Aires: EDUNTREF.

Wallon, H., (1975). Los orígenes del carácter del niño. Los preludios del sentimiento de personalidad. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.



[1] Función materna ejercida por toda aquella persona que brinda en forma continuada los cuidados esenciales que necesita el recién nacido.