sábado, 16 de enero de 2021

Discurso: Acerca de la Alegría

 





Quisiera hablar con ustedes acerca de un tema muy conocido, pero pocas veces indagado y sin la merecida reflexión profunda acerca del mismo.

Me gustaría desglosar los ítems de una cualidad humana, con fama de segundona como lo es la alegría.

Todos hemos oído hablar de la felicidad, del bienestar, de las emociones en general. Pero la alegría suele confundirse con un semblante sonriente, a veces cascarón vacío, sin emocionalidad verdadera. A Uds., que trabajan con niños, les suelen encomendar mucho el mandato de la alegría: hay que sonreír, bailar y cantar, poner música, jugar y estar bien.

Pero la alegría, como un estado emocional efímero suele escurrírsenos de las manos, y escenas llenas de palmadas, música y saltos culminan en llantos, y en momentos de desencuentros lejanos, incluso opuestos a la alegría.

En este punto les interrogo ¿es la alegría un bien fundamental de la humanidad? ¿es una “virtud” propia de la infancia?

¿Por qué sería necesario siempre estar alegres? Y, si es posible vislumbrar ese mandato como fuerza ajena, externa a nuestro sentir real, ¿acaso sería posible estar alegres todo el tiempo?

Entonces pensemos en la alegría como una emoción compartida, por dos o más sujetos que acuerdan, que realizan una actividad inscripta sobre una emocionalidad de fondo que los hace sentirse alegres, en confianza, relajados.

Pero también podemos pensar la alegría como un desborde, un exceso de emoción que sale al exterior sin ser mediada, y se expresa de manera espontánea, colorida, vibratoria, contagiosa, y que dura unos instantes, como fuegos artificiales que adornan el cielo, para desvanecerse lentamente dejando lugar al silencio reflexivo, tal vez una pausa reparadora.

Los invito a considerar la alegría como uno de tantos otros momentos, como una emoción pasajera, escurridiza, y por eso tan buscada y deseada. La alegría como un valor para las comunidades, un motor de búsqueda. Casi se entiende a veces, como el fin último, cuando en realidad es un estado de efervescencia al cual llegamos, compartimos y salimos bastante rápido de él.

Supongamos entonces a la alegría como un momento pretendido, una memoria que se imprime justo cuando brota esa sensación placentera, al converger la sonrisa, la mirada, la intencionalidad compartida, y la complicidad.

Entonces podemos imaginar a la alegría como una visita, y así, ordenar nuestra casa, disponernos, preparar el ambiente; para que cuando se decida a posar sus dulces alas en nuestro espacio, propague la vibración, sacuda los cuerpos, produzca una ligazón de experiencia, un fluir de vivencias que nos anudan a personas y momentos.

Intento con este texto lograr una apertura actitudinal, cognitiva y corporal, para recibir nuestras emociones, sin atarlas, sin fijarlas. ¿Acaso la alegría podría ser sentida como tal sin el contraste con la nostalgia, la tristeza, la quietud, el silencio, la soledad, o cualquier otra situación?

Les propongo abrir las puertas y dar un lugar a tantas emociones peregrinas, para recibir la alegría en particular, en el tiempo que sea oportuno.

Analía Mignaton

Mini bio:

Licenciada en psicomotricidad

Especialista en desarrollo infantil temprano

Profesora de nivel superior en Instituto de Formación docente y de psicomotricidad

Texto escrito dentro del marco del Taller de escritura creativa para adultos Jugar Sentir Escribir.

Coordinado por la Licenciada en Psicomotricidad Mady Alvarado y la Licenciada en Psicología Belén Portnoy