jueves, 22 de octubre de 2020

Escritos del cuerpo Reflexiones sobre los efectos del aislamiento social preventivo desde una mirada psicomotriz

 




 Esta serie de escritos nace de la necesidad de organizar mis pensamientos sobre lo acontecido y poder reflexionar a partir de la experiencia profesional en los diferentes ámbitos en los que desarrollo mi práctica, y también sobre mi experiencia personal en estos días inéditos.

Agradezco profundamente los espacios de diálogo que se han ido abriendo en diferentes ámbitos y que me permiten hacerme preguntas y volcarlas en estas hojas para compartirlas.

 

El grupo / lo grupal

Desde un pensamiento de lo complejo y una perspectiva vincular, Denise Nachmanovich (2001) dice “el cuerpo no existe independientemente de nuestras vivencias, creencias, experiencias, no flota inmaculado en la eternidad, sino que es forjado en la historia humana que transcurre siempre en un ambiente poblado de otros seres y entidades con los que estamos profundamente entramados” y me atrevo a agregar en un tiempo y circunstancias particulares.  Mi experiencia dentro del ámbito clínico por un lado y educativo por otro me interpela en este sentido.

Durante un intercambio con docentes de nivel inicial, señalaban que durante las reuniones a través de plataformas digitales con los niñxs aparece cierta dificultad en poder escuchar a sus compañeros, frustración por no ser escuchados, la necesidad de contarle a la docente algo o compartir una idea como único interlocutor (al parecer mayor ahora que en momentos de presencialidad). También señalan cierta dificultad en el armado de “grupalidad”, de lo identitario como grupo.

¿Qué significa pertenecer a un grupo? El primer grupo de referencia podríamos pensar que es la familia.  Un grupo se hace con otros.  Pero ¿Qué es un grupo?  ¿Cómo se arma? ¿agrupar o armar grupo? ¿Es posible armar grupo en la virtualidad? ¿Cómo? ¿Es igual para niños que para adolescentes o para adultos?

En la primera infancia, donde el cuerpo está en construcción, la posibilidad de descentramiento como adquisición, se construye en trama dialéctica con la pertenencia a ese grupo primario que es la familia.  En esta trama aprendemos de límites y posibilidades, de ausencias y presencias, de la cultura, lo que es valioso dentro del grupo primario.  En la infancia este un proceso que tiene varias vueltas espiraladas y en la que los adultos somos sostén y soporte, objeto de identificación y trampolín de partida.  Es a partir de esta construcción corporal que podemos conocer la trama grupal.

¿Qué se espera entonces de estos niños?  ¿Cómo pueden armar noción de grupalidad cuando hoy el desafío es devenir cuerpo en circunstancias extraordinarias?

 “El vocablo grupo surge en el momento de constitución de la subjetividad moderna. Su etimología refiere a un número restringido de personas asociadas para un algo en común” (Fernandez, 1997:), en este sentido podríamos pensar que la sola intención, si es compartida, bastaría para armar grupo.

Pienso en la experiencia de la reunión virtual y me veo frente a una pantalla, donde hay otras personas que participan junto a mí de un evento, las tengo todas frente a mí, pero frente a la pantalla estoy sola, no hay otros a mi alrededor.

En el encuentro cuerpo a cuerpo se dan fenómenos como la mirada, la voz, la sensibilidad que me dice que hay alguien detrás de mí, incluso la posibilidad de contacto.  La mirada que busca aquel o cual compañero y que para encontrarlo tengo que darme vuelta o trasladarme.

Entonces ¿para ser grupo hace falta compartir espacio? El espacio real cohesiona, da un marco.  Las voces de los otros envuelven el cuerpo y nos permiten tomar noción de espacialidad, de un adentro y un afuera, de un atrás y un adelante, así como también el contacto corporal con otros.

Alicia Fernandez (1997) habla sobre la distribución en el espacio de un grupo. Retoma la idea de círculo o ronda , retomando la tradición celta de “circulo de iguales” pero dice que esta distribución no hace tanto a la jerarquía como al circular de los intercambios entre participantes en esta disposición. Dice “esta forma característica connota algo que trasciende el espacio mismo, que va mas allá de la eventual organización de sus actividades; implica, en realidad una particular estructuración de los intercambios entre los integrantes.” Y Sigue “El mero sentarse en grupo no horizontaliza las jerarquías sino que parecería poner el acento en los intercambios que se generan en el círculo, en principio de miradas, que la distribución espacial posibilita” (pag. 30-31)

En la sala de psicomotricidad armamos una ronda donde podemos vernos las caras, mirarnos a los ojos, donde cuando miro a unos no veo a los demás, pero sé que están, donde nos veo y me siento parte. ¿Hay posibilidad de armar ronda a través de la pantalla?

Por otro lado, el tiempo compartido en ese mismo espacio nos permite vernos, reconocernos como parte de esa comunidad.  Compartir objetos  ¿Y el guardapolvo o el uniforme? También nos identifica como parte de ese grupo, que comparte el mismo espacio. ¿Basta esto para armar grupo?

Desde la psicomotricidad pensamos que el cuerpo se construye en y para la relación con otros (González, 2009), a partir de un soporte biológico que posibilita el ponernos en relación con esos otros.  Desde un estado de dependencia absoluta hacia la autonomía. Para los niñxs la interacción con otros, pares y adultos, son parte de los desafíos que hacen a su construcción corporal, compartir tiempo y espacio, objetos, la atención de la docente, espacio sonoro.

Lxs psicomotricistas confiamos en la grupalidad donde la posibilidad de salir de la autoreferencia se hace presente haciendo con otros.

Por otro lado están los lazos que se arman en espacios fuera del espacio áulico, en la puerta por ejemplo, entre los adultxs que acompañan a esos niñxs.  Hoy eso no es posible.

En estos últimos meses nos enfrentamos al desafío de no perder el lazo, que el distanciamiento sea físico pero no social, de encontrar nuevas formas de agruparnos, de armar redes dinámicas, de buscar, crear o recrear aquello que anuda, lo que enlaza, para tejer una trama nueva, con los mismos materiales pero también sumando y creando nuevos.

Dice Myrta Chokler:“definimos el desarrollo como la serie de sucesivas transformaciones que le permiten al hombre satisfacer progresivamente sus diferentes, múltiples y renovadas necesidades, en un proceso de adaptación activa al medio. (1994:75).

Hoy se nos presenta la oportunidad de acompañar infancias y adolescencias en este nuevo modo de armar trama grupal.  Para esto hace falta observar las múltiples variables en juego y en cada caso en particular para habilitar modos de habitar las diferentes posibilidades que se presentan.  También nos hace falta vivenciar los modos, hacer la experiencia para poder ofrecerles algunas alternativas posibles, pero dejar lugar a las que ellxs tengan ganas de crear también.

Seamos pacientes, seamos sostén y refugio para los niñxs y adolescentes como para nosotrxs mismxs.  Estamos aprendiendo nuevos modos, duelando los antiguos, encontrando nuevos aprendizajes.

Ya lo dijo Baruch Spinoza “nadie sabe lo que puede un cuerpo”.


Escrito por Natalia Roza, psicomotricista. 

Bibliografía consultada

 

·         Calmels, Daniel (2004) Juegos de Crianza, el juego corporal en los primeros años de vida. Buenos Aires. Editorial Biblos

·         Chokler, Myrta (1994), Teoría de los organizadores del desarrollo psicomotor infantil, Los Organizadores del desarrollo Psicomotor. Buenos Aires, Argentina.  Ediciones Cinco

·         Fernandez, Alicia (1997) El campo grupal. Introducción y Capitulos 1 y 2.  Buenos Aires. Nueva Visión

·         Gonzalez, Leticia  (2009) Pensar lo psicomotor – La construcitvidad Corporal y otros textos. Caseros: EDUNTREF

·         Nachmanovich, Denise (2001) Del “Cuerpo Máquina” al “Cuerpo Entramado”. Campo Grupal N° 30. Buenos Aires