1.
Docente
de la Carrera de Psicomotricidad – U.S.B.
2.
Estudiantes
de octavo semestre de la carrera de Psicomotricidad – U.S.B.
Universidad
Salesiana de Bolivia, Carrera de Psicomotricidad Salud, Educación y Deportes
La
Paz, Bolivia
Noviembre-2013
Introducción
Fue Décimo
Juvenal en el Siglo I quien acuñó esta expresión, aunque actualmente solo se
conoce y aplica la mitad de este enunciado. Green (1998) afirma que
originalmente, este poeta y sátiro griego afirmó que "Orandum est ut sit
mens sana in corpore sano", que traducido al español significa “Orando es
como se obtiene una mente sana en un cuerpo sano”.
Juvenal, de esa
manera, pudo haberse referido a una época en su civilización caracterizada por
la dejadez e indolencia de sus gobernantes para con las necesidades del pueblo.
Pero a Juvenal también le molestaba la desidia y el desinterés del propio
griego “de a pie”, que no reclamaba nada a sus asambleas ni a sus
representantes, debido a que se encontraba distraído con espectáculos públicos
y se contentaba con tener que comer en casa. De ahí que Juvenal también pudo
haber puesto en circulación la frase de “Pan y Circo”, para precisamente
referirse al hecho de que el pueblo está contento con comer y con distraerse,
apartando su atención de temas más profundos y urgentes.
En un proceso
histórico de repercusiones sociales, políticas y sobretodo académicas, la frase
ha sobrevivido alrededor de 20 siglos; es el lema de instituciones educativas y
deportivas, y sirve de eslogan para campañas de prevención en salud, marketing
publicitario e incluso para la estructuración de un modelo ejemplar de
comportamiento. En términos de su uso concreto, incluso puede convertirse en un
ideal de vida y en una materia de debate casi irrefutable, debido a que
comunica una idea en apariencia totalmente útil, incorruptible y verdadera. En
todo caso, es probable que, como señala Richlin (1992), Juvenal haya querido
invocar el concepto de “Virtud Herculina”, una combinación de cualidades como
la sabiduría y la paz, o la ausencia de ira o codicia que solamente podían
habitar en un cuerpo genuinamente cuidado, pulcro, acabado, durable y cuasi
perfecto como el de Hércules. Es decir, virtudes susceptibles solamente de
existir en un cuerpo cuyas cualidades físicas no están al alcance de cualquiera
y cuya eficiencia y eficacia en la realización de tareas motoras sea el
distintivo blasón de su existencia y valoración social, una especie de
Hipercuerpo.
Si bien la
sociedad actual tiene mejores herramientas para poder deconstruir este
concepto, es probable que al hacerlo, se descontextualice el momento histórico
en el que fue emitido. Juvenal a partir de sus Sátiras, criticaba la falta de
voluntad de un pueblo con antepasados gloriosos para creer en algo; criticaba
una época donde el debate de las ideas era considerado como poco interesante y
la población en términos generales le daba más importancia a la cultura del
cuidado físico. Por tanto, se indicaba mediante esta frase que el desarrollo
físico va de la mano con el desarrollo mental o espiritual y viceversa
(Aristóteles no distinguía la mente del alma. A ambas les llamaba Psique). La
relación entre ambas entidades (la mente sana y un cuerpo sano), era recíproca
y respondía a condicionamientos propios de la civilización griega en ese
momento particular de la historia.
Por ello, es
necesario, en una primera instancia, delimitar el objetivo de reconstruir el
proceso mediante el cual este pensamiento, como estandarte de un dualismo
autómata y maquinal, fue filtrado, reconstruido y comunicado hacia el sistema
educativo imperante desde la revolución industrial y se convirtió en uno de los
ejes sociales y científicos que más poder ha tenido en marcar un pensamiento
mecanicista acerca de la vida del ser humano y justificar porqué desde la
Psicomotricidad, dichas connotaciones ya han empezado a ser superadas en una
búsqueda genuina de las posibilidades de desarrollo de las personas y en un
profundo respeto a las diferencias individuales en los ritmos de desarrollo,
los cuales en última instancia conduzcan, tanto desde el campo académico como
desde el social, a la tolerancia y a una manera más humanizada y científica de
contribuir a las Ciencias de la Salud.
1. El
Hipercuerpo Herculino
Un cuerpo sano,
para empezar, es un contenedor dictatorialmente gobernado por una mente sana,
la cual a su vez es una especie de caja negra demiúrgicamente introducida en él, que reside u ocupa un
lugar topológico en el cuerpo, y es la que administra los esfuerzos corporales,
la que filtra las experiencias diarias y la que puede aprender del entorno, en
el sentido mágico del término: (Deus ex machina – no se sabe cómo ocurrió, solo
se sabe que ocurrió, o no se sabe cómo funciona, solo se sabe que funciona).
Este es un concepto clave en la significación del Hipercuerpo, porque este es
un cuerpo sin control o voluntad, a menos claro que la mente pueda “ordenar” la
ejecución de alguna acción. Su
constitución biológica es la misma que otros cuerpos menos desarrollados en el
sentido material del término, pero sus posibilidades físicas necesariamente no
deberían resistir comparación ni paralelos. Es saludable en la medida en que la
ejecución de destrezas motoras o el aspecto exterior del mismo eliciten en el
individuo observador la intención de imitación, porque una salud física, a su
vez, implicaría la existencia de una
salud afectiva y cognitiva.
Esta mente es
equilibrada en el sentido geométrico del término. Es decir, es el lugar en el
cual van a confluir todas las energías corporales, las intenciones y las
motivaciones individuales para poder encarar la búsqueda de la salud. Es una
mente que funciona como un antivirus actual: la búsqueda de defectos de
razonamiento y de constitución corporal le ocupan recursos y tiempo. Adopta
mecanismos bidimensionales y de procesamiento serial de información . Trabaja para superarse a sí misma y el
Nonplus Ultra de su existencia es llevar, arrastrar o convencer al cuerpo para
subyugarse en ese proceso de “autosuperación”, aunque a veces tenga que
considerarlo un lastre y un obstáculo. Una mente sana no habita un cuerpo sano:
lo invade.
Por lo tanto, la
única posibilidad de existencia de esa mente “sana” es dentro de un Hipercuerpo
(el cuerpo sano por antonomasia), el cual, debido a sus posibilidades
fisiológicas y capacidades físico-condicionales, pueda contenerla y darle un
uso y un propósito. La mente sana es una entidad etérea que se hace corporeidad
y se concretiza mediante la ejecución excelsa de la fuerza, resistencia,
velocidad y flexibilidad del cuerpo sano, según estándares pre establecidos, a
las cuales pueden sumarse el equilibrio y la reacción.
En efecto, el
Hipercuerpo tiene una alta capacidad para ejercer influencia física sobre un
objeto, vencer su resistencia gravitatoria y cambiarlo de posición (Fuerza). Y
no es que otros cuerpos “menos sanos” que el Hipercuerpo no la tengan; es que
su capacidad de ejecutarla es mucho menor y por lo tanto menos valorable, es
decir, menos saludable.
Además, el
Hipercuerpo debe demostrar que tiene la capacidad física de sostener y repetir
la intensidad de esa fuerza (Resistencia), lo cual determinará el crecimiento
muscular de su forma exterior característica, muy distinta de los cuerpos
“normales”, muy cercana al estereotipo herculino, por lo menos en alguno de los
segmentos corporales. El recorrido máximo de las articulaciones del Hipercuerpo
(Flexibilidad) y su capacidad de desplazarse en una distancia determinada en el
menor tiempo posible (Velocidad), agregan nuevas características a las ya
descritas. Concretamente, el Hipercuerpo tarda más que otros cuerpos en perder
su flexibilidad con el paso del tiempo y consistentemente es más rápido que los
demás. La interacción directa de la mente sana con estas capacidades se traduce
en la pericia del cuerpo sano en redistribuir el peso de sus diferentes
segmentos (Equilibrio), y en disminuir el tiempo que transcurre entre el
procesamiento de una orden y su ejecución (Reacción).
Figura: 1 El Hipercuerpo Herculino
Fuente:
Elaboración Propia
Y desde el dualismo de Descartes, el deseo de
ser más alto, más rápido y más fuerte se convierte en una búsqueda sin pausa
del ser más valiente, más apto, más útil y más valorado.
Los ideales de
una sociedad de consumo irresponsable y masivo son claros: “Debo verme bien
para sentirme bien”, lo que crea una falsa ilusión de darlo todo en una
actividad particular, bajo el condicionante de tener un cuerpo sano. Por lo
tanto, el control sobre los eventos de la propia vida y la responsabilidad de
las decisiones están supeditadas a ideales de salud física y de la salud
mental, los cuales determinan no una manera de valorar a las personas, sino más
bien una forma impune de juzgarlas: El flaco es envidioso, el alto quiere
poder, el gordo es sucio y el chico es un resentido social; la rubia es tonta,
el migrante es ignorante y el moreno es de clase media.
Pero más allá de
estos ejemplos arbitrarios, el concepto de Mente Sana incluye la intención de
“hacer el bien”. El bien, pero, ¿Para quién o con qué intenciones? Un “bien”
visto desde la perspectiva del Hipercuerpo, donde sus capacidades sean
exaltadas y perseguidas. Donde su manera de comportarse sea el modelo a seguir,
donde la eficacia y la eficiencia sean los parámetros prevalentes de evaluación
de su rendimiento, y donde el poder de decisión recaiga en las mentes que lo
“habitan”, de tal manera que estos formatos se reproduzcan y se perpetúen en el
tiempo.
El ser humano,
ante situaciones desesperantes o de estrés desbordante, libera adrenalina, la
cual le proporciona un aumento importante en su fortaleza física y su estado de
vigilia. El corazón late más rápidamente para que la sangre llegue en menos
tiempo al cerebro y a los músculos. Hace que los vasos sanguíneos se contraigan
para evitar que en caso de alguna herida externa, la sangre no coagule. Las
pupilas se dilatan y la segregación de dopamina puede causar una distorsión
temporal de la capacidad de interpretar la realidad. Esta sobreactivación
psicobiológica es la vivencia más cercana que el ser humano ha tenido con
respecto al Hipercuerpo y según esta lógica mecánica, la consecución de una
mente sana debería dar como resultado el desarrollo de un Hipercuerpo, o al
revés, la consecución de un Hipercuerpo debería dar como resultado la aparición
topológica de una mente sana.
2. Los Elementos
Filosóficos de Reproducción de la Mente Sana en Cuerpo Sano
Portela (2001),
afirma que “el capitalismo define al cuerpo como un objeto físico sometido por
leyes naturales, cognoscible y condicionado para evitar el caos social”. Pero
este razonamiento es una consecuencia de la reproducción de paradigmas
filosóficos a lo largo de casi 700 años.
Para empezar,
Descartes afirmaba que nada de lo que le pertenecía a la mente le pertenecía al
cuerpo, ni nada de lo que le pertenecía al cuerpo le pertenecía a la mente.
Concebía al cuerpo como una entidad punible para purificar la mente.
Básicamente, fusionó la idea de Mente a la existencia de Dios, y opinó que los
seres humanos son una especie de ego divino prisionero en un calabozo hecho de
ligamentos, articulaciones, músculos y órganos. Esto, por ejemplo, ha impedido incluir los aspectos
psicológicos, afectivos, culturales y sociales en el análisis de la enfermedad
mental (solo hasta hace no más de 10 años, el estudio del TDAH en Estados
Unidos ha incluido en su matriz académica las variables psicosociales del
trastorno, más allá de la visión médico-psiquiátrica – www.biobiochile.cl).
Para él, el
universo es una máquina cuyo fin no es otro que seguir funcionando eternamente y
este era aprehensible solamente a partir de la matemática. Concebía a animales
y plantas como máquinas que se podían explicar en términos de su disposición y
del movimiento de sus partes (Gomez, 2007). Es interesante notar que en
términos de su contenido, la botánica y la anatomía fueron disciplinas muy
estimuladas en el entorno académico a partir de estas ideas cartesianas.
Y fue Sir Isaac
Newton en el siglo XVI que a partir de la invención del cálculo diferencial, la
física vectorial y sus estudios sobre la ley de gravedad, confirmó la
apreciación cartesiana de la “máquina universal”, afirmando que “el universo
era un sistema mecánico regido por leyes matemáticas exactas” (Goldberg, 1988).
El pensamiento newtoniano abogaba por la practicabilidad de las ideas, una
especie de filosofía experimental donde una proposición debe ser deducida de un
fenómeno natural, comprobarse por inducción y luego ser universalizada. De ahí
que disciplinas como la física y la química tuvieran un gran avance en esa
época. En la ciencia newtoniana, el objeto de estudio debe ser reducido a su
mínima expresión, hasta que alcance un nivel imposible de ser dividido. Cuando
se descubra esa imposibilidad de reducción, recién es apropiado postular una
ley que describa su funcionamiento. Dicha ley, una vez comprobada, era
considerada inmutable. Y bajo esta manera de pensar es que se construyó el
sistema educativo tradicionalista, resistente al cambio, negador de la
actualización permanente y lapidario de las iniciativas nuevas.
Entonces el
cosmos, por lo que quiera que signifique esa palabra (vida, universo,
existencia, vivencia, etc.), es completamente causal – determinado por causas y
consecuencias predecibles – porque su
funcionamiento da lugar a un mundo mecánico perfecto. Siguiendo la línea de Newton, John Locke en
el siglo XVII desarrolló una visión mecánica y atomística de la realidad. Para
Locke el ser humano era el resultado de su entorno y de su apego y obediencia a
las leyes naturales. Indicó que si el ser humano debiera cambiar, el entorno
debería propagar ese cambio. Pero lo que debería ocurrir es un cambio ordenado,
en función del mejoramiento de estructuras y de funciones, el cual es
precisamente el funcionalismo que ha caracterizado la filosofía educativa de
comienzos del siglo XX. Muchos
historiadores de la ciencia entre ellos Toynbee (1983) y Toffler (1989) afirman
que esa fue la idea nuclear del paradigma estímulo – respuesta. Es la búsqueda
de la verdad por medio de la formulación de leyes el objetivo que guía al pensamiento
newtoniano, objetivo que se aplicó a la materia y a la mente, junto con
procedimientos reduccionistas y analíticos que sustentan su vigencia.
Figura: 2 Los
Elementos Filosóficos de Reproducción de
la Mente Sana en Cuerpo Sano
Fuente:
Elaboración Propia
Retornando al
razonamiento de Portela (2001), el Hipercuerpo reconoce la diferencia entre su
propia mente y él, pero debido a que el Hipercuerpo es el único que puede
contener a una mente sana, no pueden ser elementos de interacción cero, aunque
el único camino que le queda a la Mente Sana, para mantenerse así, es poder
hacer de su calabozo corporal un cuerpo también sano. Por ello es que hoy en
día, en muchas escuelas, los programas de Educación Física se han
diversificado. Se han introducido nuevas disciplinas deportivas y se siguen
potenciando las más tradicionales, al mismo tiempo que se ha potenciado también
la enseñanza de idiomas en un nivel comunicativo muy alto, ya sean nativos o
universales. Todo ello en detrimento de la transversalidad de los valores
sociales, educación para la paz, ciudadanía o democracia.
Por tanto, el
pensamiento newtoniano ha transformado a la cita de Juvenal en un objetivo
social de convivencia. Social porque debe ser perseguido por todos y una vez
conseguido, permitiría convivir sanamente, dando lugar a la aplicación de leyes
universales, inmutables, determinadas por herencia cultural e imposibles de ser
cuestionadas. La mente sana en cuerpo sano constituyen una entidad irreductible
y, como le hubiese gustado a Newton, susceptible de que a su tenor, se postulen
leyes que describan su funcionamiento junto con sus supuestas consecuencias
sociales positivas: buen humor, responsabilidad, solidaridad, la capacidad de
darlo todo, empatía, paciencia, etc., solamente obtenidas a partir de la
construcción de un Hipercuerpo.
3. Fin del Hipercuerpo
Eventualmente,
el Hipercuerpo tiene que dejar de actuar. Sus funciones y sus estructuras
disminuirán su efectividad y eficiencia con el paso del tiempo. O con la
presencia de una enfermedad. Y en este contexto de presencia de entidades
patológicas, ¿Cuál es el lugar de la Mente Sana en Cuerpo Sano?
Figura: 3 Fin
del Hipercuerpo
Fuente:
Elaboración Propia
El mismo
concepto que sustenta filosóficamente a esta afirmación es el que provoca una
autodestrucción del modelo. Si bien la física Newtoniana ha sido superada de
alguna manera a finales del siglo XX a partir de excelentes investigaciones en
física cuántica, bolsones de materia oscura o física subatómica, la relevancia
social y la reproducción cultural de la Mente Sana en Cuerpo Sano se está
empezando a combatir, primero desde el terreno de las ideas.
Y este ciclo
autodestructivo, como una bomba de tiempo, funciona de la siguiente manera: el
razonamiento atomístico y sus premisas previas considerarían a la enfermedad
como un ente ahistórico, es decir, sin un punto de origen aparente o fijo.
Trataría de establecer el punto de aparición según leyes preestablecidas
inmutables que por más exactas que sean o pretendan ser, no podrían impedir la
experiencia, subjetiva e individual, de vivencia de enfermedad.
Dentro del
paradigma biomédico – directa consecuencia del dualismo cartesiano – la
experiencia de anormalidad es inevitable. La mente sana que invade el
Hipercuerpo rechaza los signos de “contaminación” por enfermedad porque estos
amenazan su existencia. Se harían esfuerzos por volver a la normalidad, dado
que los niveles de eficacia y eficiencia han disminuido y las capacidades
condicionales y sus elementos asociados han perdido vigencia. El Hipercuerpo
está corrompido y ahora es un enemigo del sistema filosófico que ha promovido
su consecución.
El sistema
filosófico entiende la enfermedad también en términos newtonianos. Espera a que
su desarrollo determine cronológicamente su propia desaparición. Por ello
intenta conceptualizar la patología presente como una enfermedad egosintótica,
es decir, sin vivencia de sufrimiento “mental”. Una especie de Apartheid que la
Mente Sana le hace al cuerpo ya no tan sano, manteniendo el ideal de
Hipercuerpo que puede ser recuperado
luego de la desaparición de la enfermedad. Pero esta tendencia tiene una
posibilidad muy incómoda para la Mente Sana: la posibilidad de que ella también
pueda enfermar.
La
psiquiatrización del comportamiento es una manera de convencer a las personas
de que tienen comportamientos anormales, contraproducentes para el progreso
colectivo, pero que pueden ser controlados a partir de la medicación. La Mente
Sana en principio aceptaría esta oportunidad, porque implicaría la vuelta del
cuerpo que invade hacia el estado de salud nuevamente. Pero no pasa mucho
tiempo hasta que la Mente Sana caiga en cuenta de que estos mecanismos de
control tienen que ver con la acción del medicamento sobre estructuras y
funciones del Hipercuerpo que indefectiblemente, al cambiar su funcionamiento
por acción del medicamento, cambian también la manera de la mente sana para
autopercibirse como una entidad separada del Hipercuerpo, y entiende que su
destino está ligado al de él.
Por ello el
Hipercuerpo se convierte ahora en una excreción del sistema, en una
contradicción destructiva que pone en juego la credibilidad del sistema
filosófico y por lo tanto sus medios de reproducción y eternización. La
enfermedad es newtoniana porque es un mecanismo defectuoso, imperfecto,
incompatible con la gran máquina cósmica, y principalmente cuestionador de la
función del mecanismo. Al ser imposible que siga funcionando eternamente, por
primera vez el hipercuerpo puede buscar un propósito propio y un objetivo
existencial individual. Puede dejar de ser Hipercuerpo para convertirse en
sujeto.
4. Conclusión
La frase no
solamente ha sido aplicada a las particularidades de su contexto y época
propia, sino que ha servido como una vía de reproducción cultural del dualismo
y de una manera irreal e inalcanzable de percibir la realidad. Entonces, ¿por
qué la frase sigue vigente? Porque relaciona un ideal de salud imposible de
conseguir con la felicidad, un estado afectivo ilusorio atemporal. Pero los
tiempos actuales de la humanidad, es decir, la Modernidad, reclaman el rescate
científico de la subjetividad de las personas (Poggio, 2013). La realidad está
en constante mutación, y los conceptos teóricos tendrían que ser también
flexibles, sistémicos y susceptibles a la obsolescencia. Entonces, a diferencia
del Hipercuerpo, el cuerpo, en su relación con los sistemas socioafectivos,
cognitivos y motores, establece un diálogo semiótico con ellos. Es decir que el
cuerpo se construye como símbolo a partir de la toma de posición no solamente
espacial, sino también temporal por parte del sujeto, y por lo tanto dicha toma
de posición es subjetiva, es vinculante, es histórica, es imperfecta, es
particular y es co-formante y co-formada (todas características carentes en el
Hipercuerpo). Tomar una posición no solamente es situarse en términos de
distribución de un espacio. Es vincularse con la propia historia personal,
social y mundial, al mismo tiempo que se adopta una perspectiva para poder
filtrarla y percibirla.
En términos
sociales, la nocion hipercorporal remite a una economía falocéntrica, en la
cual el cuerpo es solamente una sede de impulsos instintivos arcaicos, y como
artefacto cultural, se convierte en mercancía, como casi todo y todos. Y en ese
sentido el manejo del hipercuerpo como categoría cultural de hipernormalidad
representa a un cuerpo que en realidad es chatarra, uno vehículo para lograr
una juventud tardía y eterna.
El Hipercuerpo y
sus estructuras internas invasoras, entre ellas la mente sana, no pueden
establecer un contacto saludable con su propia historia porque la ignoran, ni
con su historia social porque la desprecian, ni otro cuerpo co formado porque
lo rivalizan.
Por lo tanto es
el rescate del concepto de cuerpo que la Psicomotricidad puede realizar a
partir de sus fundamentos epistemológicos el que debe primar en un análisis de
la relación integral del ser humano consigo mismo. El dualismo cartesiano está
siendo superado por las características propias de los tiempos postmodernos y
por la lucha de la ciencia de superar sus propias limitaciones metodológicas y
de interpretación de datos. Por ello es importante rescatar esa dimensión
moderna y científica del cuerpo a partir de las concepciones que de él tiene la
Psicomotricidad.
Así pues, Coste
(1979) el hombre tiene un gran instrumento que puede ser utilizado “el cuerpo”
es la representación real de una persona en el mundo porque el cuerpo es
vivenciado y gracias a esto tenemos una representación en el mundo. el cuerpo
es la representación real del cuerpo en el mundo y es constructor de su propio
espacio y de su propio tiempo. Cada persona sigue su propia línea de
desarrollo, las cuales son incomparables entre sí. Esto significa que sus
determinantes varían desde su historia privada biográfica hasta la clase
social. Por ello, las maneras particulares de conquistar el espacio y el tiempo
son individuales y privativas. Entonces, el Hipercuerpo rehúye la enfermedad y
la considera anormal, mientras que desde la epistemología psicomotriz, se
invierten los recursos de tiempo y esfuerzo en encontrar posibilidades de
desarrollo y potencializar las conquistas evolutivas de ese cuerpo que marca el
objetivo existencial del ser humano.
Además, el
cuerpo conduce a un lugar de diferenciación con el otro y permite la
circulación del deseo (Da Fonseca, 1998). Esto significa que el cuerpo se
construye diacrónica y sincrónicamente
en relación recíproca y de interdependencia con sus ejes (Brito, Goitia,
Maldonado y Pacheco, 2012). El cuerpo nunca deja de desarrollarse, ni de
interrelacionarse, a diferencia del Hipercuerpo que propone una existencia
petrificada y aislada. Por ello, no puede existir un hipercuerpo en el sentido
concreto del término (por lo tanto tampoco la noción facilista de “mente
sana”), debido a que no es parte de ningún sistema teórico de descripción de
etapas de desarrollo. No tiene una fase anterior que le sirva de soporte ni
tampoco una fase para la cual sea la previa.
Finalmente, el
concepto de mente sana en cuerpo sano hace alusión a un cuerpo máquina, una
especie de laboratorio físico-químico puesto en marcha por un psiquismo que habita
en algún lugar del cerebro. Pero aunque este concepto fuese verdad, la
fisiología por sí sola no puede explicar la intención de cada movimiento, ni su
significación, ni su fundamento existencial, ni su huella en un espacio y en un
tiempo.
La Psicomotricidad
como una disciplina en constante construcción y reconstrucción propone al
cuerpo como el eje del aprendizaje, en tanto y en cuanto ese cuerpo es receptor
y constructor de los conocimientos, el punto cero o de origen de las
dimensiones del mundo – como lo afirmaba Merleau-Ponty –, pero también es un
depositario del estado social actual y de nuestra opinión sobre el mundo.
[2] Un mecanismo
bidimensional es una tendencia cognitiva a rescatar las propiedades físicas de
los cuerpos inertes: velocidad, aceleración, peso, etc, cualidades que se
pueden representar en los ejes cartesianos X y Y mediante fórmulas. Es la
situación en la cual una persona juzga la apariencia exterior de un objeto. Un
mecanismo serial de procesamiento de información se refiere a la facultad de la
mente de desmenuzar y dividir el todo en pequeñas partes hasta que éstas sean
indivisibles.
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