El lugar del cuerpo infante en la
escuela. Una mirada psicomotriz.
María Luz
Echandía[1]
Resumen:
Resumen:
Que tan seguido, escuchamos a los padres hablar sobre niños y niñas derivados a neurólogos,
psicomotricistas, psicopedagogos, etc. Este articulo intenta dar cuenta de que
manera los procesos de aprendizaje atraviesan el cuerpo de la misma manera, se busca visibilizar la atención, como
proceso, constituido por las posibilidades y vivencias corporales que
experimenta el sujeto. Se busca entonces detenernos a pensar la educación
tradicional y la realidad que se vivencia en las aulas al momento de integrar a los estudiantes y la importancia del trabajo de un
psicomotricista para el mismo
Palabras
claves:
Psicomotricidad. Intervención
psicomotriz. Educación. Infancia. Escuela. Educación tradicional. Sobrediagnosticación.
Abstract:
How often do we hear parents
refer children to neurologists, psychometricians, psychopedagogues, etc. This
article tries to give an account of how the learning processes go through the
body in the same way, seeking to make attention visible, as a process,
constituted by the possibilities and body experiences that the subject
experiences. The aim is to stop and think about traditional education and the
reality experienced in the classroom when integrating students and the
importance of the work of a psychomotor specialist for them.
Keywords:
Psychomotricity. Psychomotor intervention.
Education. Childhood. School. Traditional education. Overdiagnosis.
Introducción:
Este texto busca poner de
manifiesto la importancia de la práctica psicomotriz en espacios donde la misma
no se desarrolla con la importancia que merece. Este es el ámbito
educativo, como nos explica Laura
Trujillo, la Educación PSM disciplina que potencia el despliegue y la
manifestación de las capacidades sensitivas, perceptivas,
representativas, comunicativas y expresivas poniendo como lugar el cuerpo
en el encuentro que se produce entre el niño y su entorno, teniendo en cuenta
que el intercambio que se produce es la base donde todo aprendizaje se va
constituir
A la hora de pensar y
repensar a los niños como protagonista, en un espacio donde el su hacer
psicomotor y los procesos de interiorización de las funciones superiores se den
de forma conjunta, nos apoyamos en la intervención psicomotriz, como
herramienta, para detectar aquellos niños que son derivados a diferentes
profesionales del área de la salud, sin padecer una patología de base, pero no
pudiendo cumplimentar con la rigurosa estructura que exige el sistema
educativo, siendo niños que necesitan ser respetados por sus singularidades e
integrados de esta forma
En una
entrevista Bernard Aucouturier, quien es uno de los principales representante
de la intervención psicomotriz en el ámbito educativo, responde lo siguiente ante
la pregunta ¿Su concepción
es una concepción de respeto al niño?:
Cierto, una
concepción filosófica, psicológica y pedagógica de respeto al desarrollo del
niño. Pero hoy es muy difícil contener las presiones ejercidas sobre el niño
por parte de las familias o de la institución escolar, pues éstas piensan que
el niño debe adquirir lo más rápido posible un máximo de conocimientos, sin
saber si este tiene posibilidad de adquirirlos, sin preguntarse si el niño los
puede integrar. Este es por lo menos el problema de la escuela pues la
adquisición de los conocimientos y de la cultura requiere una maduración
tónico-emocional indispensable, que no es alcanzada por todos los niños a la
misma edad. (2015, p. 207)
A su vez, María
Montessori en El descubrimiento del niño, publicado en 1948, nos
recuerda la importancia de la cercanía explorativa del medio, ya que es a
partir de ella que la inteligencia aumenta las ideas operativas sin las cuales
su funcionamiento abstracto carecería de fundamento y precisión, exactitud e inspiración.
Otro
aspecto relacionado a lo que se viene mencionando es la tendencia que tienen
las autoridades escolares a sobre diagnosticar la infancia. La Dra. Virginia
Moyer (2018) señala, de manera acertada, que urge la adquisición de conocimientos
sobre el daño que puede generar el sobrediagnóstico, así como también es
necesario transmitirlos a los colegas, en pos de aprender a encontrar el
equilibrio entre el posible beneficio de un diagnóstico y el riesgo del
sobrediagnóstico. En relación con esto, cada vez que llega un niño a consulta
derivado por situaciones similares, me detengo a preguntar: ¿Desde dónde es mirado ese niño? ¿Por qué razón ha sido derivado? El
interrogante me lleva a pensar en los procesos intervinientes en la
construcción de las representaciones sociales que circulan en el discurso
escolar y, que al mismo tiempo, naturalizan la analogía entre problemas de
aprendizajes, fracaso escolar, bajo rendimiento y patología.
Estas categorizaciones se advierten en diversas prácticas educativas y
constituyen las prácticas de exclusión basadas en la circulación de términos a
modo de rótulo, marca o etiqueta como única identificación de los alumnos,
borrando de esta manera sus aspectos identitarios.
El proceso de aprendizaje corporal.
Todas las
frases que rotulan el rendimiento condicionan, marcan y dejan huellas en los
niños, y determinan así las maneras en las que son mirados aquellos niños que,
lejos de ser observados por sus características singulares, son observados
desde artificiosos y rigurosos estándares sociales según los cuales se
establece que deberían quedarse quietos, escribir de determinada manera,
cumplimentar ciertos aprendizajes, alcanzar ciertos niveles, entre otros. Todo
esto y más sucede día a día en una educación donde la vivencialidad corporal no
tiene lugar ni demasiada relevancia.
En ese
sentido, en el contexto educativo resulta necesario nuestro lugar como
psicomotricistas para poder vivenciar el movimiento, en el sentido de poner la mirada en observar, contemplar, acompañar y favorecer
el desarrollo de los niños teniendo en cuenta
que las experiencias vividas, durante la etapa de escolarización, constituirán los aspectos significativos en la vida de las personas. En
razón de ello, urge una práctica que brinde herramientas facilitadoras del desarrollo
psicomotor integral, en pos de posicionar a los niños como protagonistas capaces
de accionar, resolver, descubrir, aprender, y aprehender.
De tal
manera, lo central reside en el hecho de reconsiderar la mirada sobre la niñez, al favorecer la construcción del sentido de autonomía y
el desarrollo de la identidad desde temprana edad y dar cuenta que las niñas y
niños no son sujetos de reacción en un mundo adultocéntrico, sino que tienen
una actividad que les es propia y les identifica: el juego. Partiendo de esta
actividad autónoma, podremos desarrollar y hacer surgir estructuras y esquemas
sensoriomotrices fundamentales para el desarrollo motriz y cognitivo, a la vez
que será posible habilitar un espacio donde favorecer la maduración y el
desarrollo integral y progresivo de las niñas y niños en sus primeros años.
Sobre el juego Aucouturier (2015) sostiene:
En el juego espontáneo existe una
dimensión psicomotriz por excelencia que pone en evidencia la amalgama de
sensaciones de la tonicidad, de la gestualidad, de las emociones, de las
representaciones conscientes e inconscientes y del placer de actuar. El juego
espontáneo es pues la dimensión psicomotriz por excelencia y es un momento
único del desarrollo psicológico del niño antes de que se instale en la
realidad de la cultura a partir del fin del pensamiento mágico hacia el sexto
año. (p. 208)
Es
en esta instancia que la psicomotricidad educativa y preventiva entra en
escena, pues ésta dinámica favorece la vivencia en primera persona movilizada
por la exploración, así como también es funcional al aprendizaje a partir de la
vivencia y el registro corporal. El recorrido de las vivencias y posibilidades
van desde el placer sensorio motriz hacia el juego simbólico y, por lo tanto,
al pensamiento operatorio. Así es como esta práctica no se basa en que el niño
aprenda una serie de ejercicios o conocimientos puntuales, sino que busca
generar y habilitar un espacio para que el niño explore, descubra y por tanto
el aprendizaje y la vivencia se den de forma conjunta, el niño no juega para
aprender sino que aprende porque juega.
Principalmente
se trata de habilitar un espacio donde cada niño pueda desarrollarse y madurar
de manera integral y progresiva, ya que una vez ingresados al sistema educativo
se enfrentan a una etapa en la cual el aprendizaje se vuelve, de alguna manera,
el objetivo principal para el sistema educativo. En consecuencia, maestras y
maestros se disponen a enseñarles a los niños y niñas en formación una cierta
cantidad de contenidos, valores y sentidos pero… ¿qué sucede con el cuerpo de
esos niños y niñas durante tal proceso?
Vayer
(1985) sostiene que solamente el niño que domina el uso de su cuerpo es capaz
de aprehender los elementos de su entorno y establecer relaciones entre ellos,
es decir, desarrollar su inteligencia. En tal sentido, el trabajo educativo
debe realizarse teniendo en cuenta el nivel de pensamiento de los alumnos y su
maduración, ya que es durante la infancia que descubren su cuerpo y el
movimiento, o sea, las principales vías para descubrir el mundo que los rodea y
con ello las posibilidades de acción.
Asimismo,
es de vital importancia entender desde qué lugar nos posicionamos al momento de
pensar en un sujeto y su cuerpo. Levin (1991) hace referencia al cuerpo como
receptáculo, parlante, erógeno, instrumental, investido, discursivo y simbólico.
Dentro de la mirada psicomotriz incluimos lo instrumental y lo cognitivo no
como hechos aislados e independientes, sino como parte del decir corporal del
sujeto. De los gestos el cuerpo se construye y constituye en relación con
otros, una relación que se encuentra habilitada a través del toque, la caricia,
la mirada, siendo el movimiento el factor de desarrollo y expresión del
individuo en relación con su entorno. De esa manera, las inscripciones corporales en el lenguaje quedan
grabadas en lo inconsciente y determinan al sujeto, dado que son parte del
decir corporal de un sujeto y la singular forma de ser y estar en mundo (Levin,
1991).
Por esta razón es
posible aseverar que el cuerpo es legible: tanto las posturas como el tono
muscular y los gestos pueden decodificarse comunicativamente. El cuerpo es
fonológico, y el que habla es el sujeto a través de su corporalidad a partir de
las variaciones tónicas, movimiento, gestos, el esquema corporal, entre otros.
De allí que la Psicomotricidad realiza una lectura simbólica del decir corporal
de un sujeto, que se mira y se dice. Al respecto, Aucouturier (1985) introduce
el concepto de expresividad psicomotriz comprendiendo a esta como
(…) la manera de ser y de estar, original y
privilegiada del niño en el mundo. Puede afirmarse que la expresividad
psicomotriz actualiza una vivencia lejana cuyo sentido puede ser captado
gracias a las variaciones más diversas de su relación tónico-emocional con las
personas, con el espacio y con los objetos.
(1985, p. 22)
De esta
conceptualización se desprende la necesidad de hablar de manifestaciones
psicomotrices, ya que intentamos darle una mirada global al cuerpo del sujeto y
considerarlo como una vía de expresión y comunicación por y para otro, a la vez
que representa la vía que tiene el psicomotricista para mirar el saber del
cuerpo de cada niño y niña. Pensando a las manifestaciones como la expresividad de las
emociones, la conformación de la postura y la organización del cuerpo, la
combinación de la mirada y la visión en procesos de comunicación y aprendizaje,
la gesta de las capacidades de atención y escucha, y el desarrollo de
gestuales. En definitiva, la existencia de estas manifestaciones es la prueba
de la existencia corporal, soporte de la expresión y la comunicación.
La
integración y la articulación de estas manifestaciones psicomotrices tiene su lugar en el cuerpo, son el cuerpo, cuerpo presente en la comunicación con los
otros y con el medio, cuerpo como lugar de los aprendizajes, en un permanente
intercambio de situaciones extereoceptivas , que asimila y acomoda y luego
expresa en sus producciones como gestos, actitudes, posturas y simbolización.
Como así las propioceptivas
Para la apropiación
de todo ello, los niños deben de poder explorar, analizar, reflexionar, observar y de
acuerdo a sus capacidades caminará hacia el descubrimiento de sus necesidades, teniendo
como origen una disponibilidad corporal
y psíquica y de las vivencias impulsivo-emocional del movimiento, de la
postura, el equilibrio, la respiración y el medio (el espacio, el tiempo y los
otros). Todos esos aspectos podrán ayudarle a su desarrollo evolutivo, en donde
encontrará sus límites en el juego, pondrá de manifiesto sentimientos y
emociones y dará lugar a identificar las
diferencias entre él y los otros,
Es por Todo
esto, que nos detenemos a repensar a las
estructuras educativas actuales, ¿cuál es el lugar del sujeto dentro del ámbito
educativo actual y, a la vez, cómo es
mirado, registrado y percibido por los adultos, quienes frente a un niño que
sale de los estándares deducen que lo secunda una patología y lo derivan a
neurólogos, psicopedagogos, psicomotricistas. Tal como sostiene Harriague
(2010) “Tener en cuenta a la educación psicomotriz en la escuela sería
necesario por su rol en la prevención de dificultades y fracasos, brindando su
aporte desde una educación integral y totalizadora del sujeto” (p.5).
Bibliografía.
Aucouturier, B. (2015) La Práctica Psicomotriz a
nivel educativo, preventivo y terapéutico. En RELAdEI. Revista Latinoamericana
de Educación Infantil.
Aucouturier, B. Darrault, I. Empinet, J.L.
(1985) La práctica psicomotriz. Reeducación y terapia. Barcelona:
Científico-Médica.
Chokler, M. (1999) Acerca de la Práctica
Psicomotriz de Bernard Aucouturier. Buenos Aires: Fundari.
Harriague, C. (2010) Cuerpo lugar “de”, en
continua adaptación “para”. Artículo publicado en “CUERPO. Psm”.
ISSN:1851-9105.
Laura
Mas Trujillo (2013-14) La Práctica de la
Psicomotricidad Educativa y Preventiva, trabajo e final de grado, Universitat
De Les Illes Balears.
Levin, E. (1991) la clínica psicomotriz. El
cuerpo en el lenguaje. Buenos Aires: Editorial Nueva Visión.
Montessori, M. (1948) El descubrimiento del
niño. México: Editorial Diana.
Moyer,
V. (2018) Sobrediagnóstico: “Un mal que daña a nuestros niños”. En Arch Argent
Pediatr 2018;116(6):426-429.
Vayer, P. (1985) El niño frente al mundo. Barcelona: Científico-Médica
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[1] Psicomotricista. Estudiante del
último año de la licenciatura en psicomotricidad. Acompañante terapéutico. Equino
terapeuta.