Junio 2008-
Por M. Laura
Moreno
“La experiencia de
envejecer”.
El funcionamiento del cuerpo durante el
proceso de envejecimiento.
En Psicomotricidad, la
experiencia es lo que nos permite encontrar posibles formas de ser y hacer del
cuerpo.
L, González es quién
trabaja sobre la palabra experiencia, situando el origen del término del latín:
Ex – per--ienta: que significa ir- a- través- de, como también “por venir de “.[1]
Y dice refiriéndose a la Relajación…”En el transcurso de la experiencia lo que
el sujeto recibe de su propio cuerpo y de sus pensamientos va haciendo evidente
la diferencia entre lo que es propio y lo que viene del otro”[2]
Para comenzar a
introducirnos en el tema de la vejez, un argumento posible seria decir, que
cursar la vida es un ir a través de las experiencias, alcanzando un grado de
madurez, que le permite al sujeto que envejece, proyectarse con su cuerpo, en
un tiempo por venir.
Lo que se observa en la
experiencia corporal con los adultos mayores es que en cada encuentro, el
sujeto recibe y expresa sensaciones, ideas, representaciones, movimientos,
poniendo a funcionar lo que es del adentro, del interior cuerpo, y lo del
afuera, lo que viene del exterior, de la mirada del otro, de los objetos, del
espacio.
Hablar del cuerpo durante
el proceso de envejecimiento, es pensar en las relaciones de lo orgánico y lo
psíquico, lo orgánico y lo social y sus efectos en el funcionamiento; si al
cuerpo que envejece, se le retira la mirada, sino se lo escucha, no se lo toca,
puede caer, detener su marcha, replegarse, silenciarse y morir.
El aspecto emocional y
afectivo, la historia de relación del sujeto con los otros y los objetos,
afecta el funcionamiento del cuerpo.
Salvarezza, psicoanalista y
gerontólogo dice que “tal vez una de las necesidades básicas del ser humano es
la de afecto y de cuidado desde y hacia otra persona. Joven o viejo, sano o enfermo, en el ser
humano que deja de tocar y ser tocado, el afecto y la confianza en la conexión
humana se deterioran lentamente y se muere emocional o físicamente.”[3]
Durante la vejez el
organismo se hace presente con sus declives fisiológicos y limitan por
momentos, el desenvolvimiento del sujeto en su hacer cotidiano. Limitar, en el
sentido de: “acortar, reducir, restringir”, es decir, ciertas funciones corporales
se reducen, se acotan, pero de ninguna manera se detienen, se pierden o dejan
de funcionar por el simple hecho de envejecer.
Recordar los términos de desarrollo,
crecimiento y maduración nos permite repensar lo que sucede durante el proceso
de envejecimiento.
El desarrollo (Coriat-Jerusalinsky)
refiere a las” Transformaciones globales del sujeto, incluyendo el crecimiento,
la maduración y los aspectos psicológicos.”[4]
El crecimiento posibilita la
transformación del peso, la talla y el volumen.
“La talla y el peso definen, hasta cierto punto, algunos períodos de la
vida y alteran las interrelaciones. La sociedad ofrece o exige del hombre
determinado papel y le concede un “status” determinado de sujeto, en función de
su aspecto exterior, y él se ve
constreñido a “participar en el juego” y
a asimilar su comportamiento en función de la imagen que los otros se hacen de
él y del status en el que se le ha encasillado”.[5]
Durante el proceso de
envejecimiento, se presentan transformaciones del cuerpo del lado de lo visible,
que afectan especialmente la apariencia del cuerpo, arrugas, manchas, pérdida
de suavidad en la piel, menor brillo en los ojos, canas; pero también se
suceden cambios internos no tan
visibles, como pensamientos, dolores, imágenes que dan cuenta de las vivencias
internas frente al hecho irremediable de envejecer, entrelazándose de este
modo, lo orgánico y lo psicológico.
El término maduración se refiere
puramente al organismo, siendo “el conjunto de transformaciones que sufren los
organismos o algunas de sus células, hasta alcanzar la plenitud.”
Según los especialistas (…)
“ algunos de nuestros órganos comienzan a envejecer a los siete años y muchas
de nuestra capacidades físicas alcanzan su punto máximo de desarrollo a los
25 y a partir de allí comienza su
declinación”[6].
Estos planteos nos hablan
de etapas del ciclo vital, situando momentos evolutivos, tiempos cronológicos,
biológicos.
La vejez es común a todos
los sujetos, envejecer es inevitable, pero el modo en que se envejece, es
particular de cada uno; hay tantas formas de envejecer como personas, cada uno
lo transita lo experimenta según su historia y en relación al contexto social
donde viva.
“El proceso de
envejecimiento es un proceso normal,
biológico de la raza humana lo cual implica la alteración gradual de la
estructura corporal, de las funciones corporales y de la tolerancia al estrés
impuesto por el ambiente”[7].
Se observa reducción gradual de:
·
la
densidad ósea
·
la masa muscular
·
la fuerza muscular
·
en
el rango de movimiento
·
declive
de funciones sensitivas, (visión-audición).
Desde la estructuración
psicomotriz se observa:
·
declive
de funciones sensitivas, (visión-audición) que puede traer modificaciones en la
postura y en el eje corporal (como organizador del movimiento); puede producir
problemas en la orientación espacial, desequilibrios,
torpeza por no poder hacer los ajustes necesarios, en el espacio-tiempo.
·
Aumento
del tono muscular (en los miembros y en el eje) se dan a ver en algunos casos
en actitudes de alerta, de defensa, ante el acercamiento del otro.
·
Repliegue
de la postura, disminuyendo los canales de comunicación (mirada y escucha)
·
Cambios
en el ritmo de las coordinaciones dinámicas generales. (mayor lentitud, mayor
tiempo de espera, mayor duración de las secuencias de movimiento)
·
Los
movimientos de correr, saltar, trepar, bailar, que requieren de cierta resistencia,
flexibilidad, ritmo continúo y comprometen grandes grupos musculares y óseos se
van dejando de lado, salvo excepciones.
Los movimientos se reducen a actividades más sedentarias, como leer
el diario, jugar al dominó o a las
cartas, comer, dormir la siesta, caminar, hacer alguna compra.
·
Alteraciones
en los ritmos biológicos: el sueño se hace más ligero; por cuidados en la salud
se modifica la alimentación; los cambios anímicos modifican los ritmos
viscerales (digestivos).
Muchas de las
transformaciones que suceden en el cuerpo, fueron construyéndose, ligando los
aspectos orgánicos y psíquicos. Es el lenguaje el que posibilita que se asiente
en el cuerpo un modo de funcionamiento, un modo de ser y de hacer. Las
palabras, las miradas, los gestos que el adulto recibe de los otros, se
imprimen en la imagen del cuerpo.
Le Bretón (1990) nos
invita a pensar que “la imagen del cuerpo no es un dato objetivo, no es un
hecho, es un valor que resulta, esencialmente, de la influencia del medio y de
la historia personal del sujeto”.(…) “El sentimiento abstracto de envejecer
nace, por lo tanto de la mirada del otro”.[8]
La imagen corporal es
dinámica, varia, fluctúa según los encuentros, desencuentros y vivencias con
los otros.
Durante el proceso de
envejecimiento el sujeto va tomando posición en cuanto a sus relaciones,
elecciones, constituyéndose en un sujeto ligado a otros.
¿Qué
posición asume el cuerpo del viejo, qué formas adquiere? ¿Que del cuerpo se
conserva y qué se transforma?
Cuando digo posición me
refiero al lugar desde donde el sujeto se piensa a si mismo, lugar desde donde habla
y siente. Está en relación a la actitud, a la
postura, tiene que ver con una forma de estar, con el campo
tónico-emocional, con el eje del cuerpo. El cuerpo recibe los cambios que
acontecen, por el paso del tiempo, y toma un lugar.
Diana Singer, plantea que …”el
sujeto psíquico(…) se distingue por la diferencia que establece en relación al
lugar y la representación que tiene de ese lugar y de esta relación en
convivencia con el lugar que desearía ocupar. La subjetividad deberá sus
tensiones y movimientos a ese parámetro intersubjetivo. Los apoyos en juego y
sus movimientos la harán pendular y desplazar su posición en diferentes
momentos de la vida.”[9]
La jubilación y la viudez son dos hechos muy
importantes, que desestabilizan al sujeto, haciéndole perder referencias
espacio-temporales. Roles, lugares, personas, momentos, encuentros que se
transforman y modifican el hacer cotidiano y su posición como sujeto.
El hacer del sujeto, da cuenta
de quién es. Las personas hablan de lo
que hicieron y ya no pueden, de lo que deben hacer o desean hacer.
Le Bretón afirma que “el cuerpo
se hace tanto más dificultoso de asumir cuanto más se restringen sus
actividades sobre el entorno. Pero la reducción de las actividades físicas y
sensoriales no deja de tener incidencias en la existencia del sujeto.
Desencadena su visión del mundo, limita el campo de acción sobre lo real,
disminuye el sentimiento de conciencia del yo, debilita el conocimiento directo
de las cosas.[10]
La pérdida de la capacidad productiva del
cuerpo, con el alejamiento del rol laboral, hace que el sujeto por momentos, se
sienta desocupado, sin nada para hacer.
El hacer del sujeto esta
ligado a la relación y el uso que establece con los objetos. El objeto “media”
en la relación al otro, crea distancias, promueve posturas, favorece
funcionamientos.
¿Qué objetos se identifican con la vejez? ¿Qué función cumplen para el
sujeto y qué posibilidades le brindan?
Durante la infancia al niño
se le presentan una cantidad enorme de objetos para estimular su desarrollo, su
creatividad, la inteligencia; cómo en el bebé, el chupete, la mamadera,
posibilitan el desarrollo de la función de succión, aportan imágenes, representaciones,
identificaciones; en el viejo muchas veces, el objeto aparece para marcar un
límite en el funcionamiento del cuerpo, suplir una falta, como es el caso de
los lentes o el bastón. El uso de estos objetos lleva su tiempo de aceptación y
adaptación.
Otras veces los
objetos promueven encuentros, risas,
movimientos, como es el caso de los objetos lúdicos que circulan tanto, durante
el tiempo libre en la vejez,
como son los juegos de mesa
como el dominó, las cartas, el burako,
el ajedrez o los juegos en las plazas como las bochas.
Cuando el sujeto se aleja del
barrio o la casa donde vivió toda la vida, también hay objetos que se pierden o quedan en
el olvido y con ellos ciertos funcionamientos. Otra situación es la viudez, hay
actividades y objetos que se compartían, que rodeaban la vida en pareja, y que
ante la ausencia, quedan perdidos.
Los medicamentos, las
pastillas aunque no tengan la categoría de objetos, están muy presentes en la
vida cotidiana del adulto mayor, circulan, acompañan y generan diversas
situaciones, constituyendo un medio por el cual el sujeto establece relaciones
con los demás.
Al ingresar al geriátrico
el sujeto vivencia una experiencia de alejamiento de sus objetos, de sus pertenencias, de sus actividades
cotidianas que realizaba con anterioridad. Los espacios íntimos desaparecen para pasar a compartir con otros, la mayor
parte del tiempo. Los tiempos de la higiene personal se reducen y quedan a
disposición de los enfermeros
En muchos de los
testimonios de los adultos mayores se escucha, el apartamiento de ciertas
actividades por el solo hecho de haber perdido a su cónyuge o su lugar. Dejar
de bailar, escuchar música, cocinar, peinarse, hacerse la tintura, son algunos
ejemplos que aparecen en sus discursos.
Existen otras Instituciones
que posibilitan al adulto mayor mantener cierta independencia y ligazón con sus
objetos. Este sería el caso de la habitación privada, lugar que se
puede reacondicionar, “habitar” con objetos propios, personales como el
portarretrato, la radio, el reloj, la cama, la mesita de luz, etc…que permiten
al sujeto sentirse identificado con eso que forma parte de su historia.
La historia del cuerpo de
la vejez, está determinada por la mirada del otro, por los acontecimientos sociales vividos,
marcado por la cultura que adjudica
roles, supone ciertas formas, modos de ser, de vestir, de estar.
Transitar una posición
saludable en la vejez nos habla de la posibilidad de continuar en contacto con
otros, para no volverse sobre si mismos; asumir que se ha llegado a un tiempo
de madurez neuro-psico-biológica que no tiene por qué marcar un techo, un
límite para participar de nuevas experiencias.
En la actualidad muchos
hombres y mujeres se encuentran liberados de las tareas hogareñas o el trabajo
y ocupan su tiempo libre, para hacer aquello que les quedó pendiente retomando
estudios, realizando cursos, viajes, salidas, posibilitando arman nuevos grupos
y relaciones afectivas.
La función de abuelidad
aparece como otro rol posible de ejercer, en este momento de la vida, que
renueva los lazos y posibilita ocupar otros sitios dentro de la trama familiar.
Esta posición nos habla de
un campo tónico-postural fluctuante, de una actitud flexible.
Nuestra tarea como psicomotricistas será
justamente poder observar de qué modo el sujeto, recibe y se acomoda a estas
transformaciones; cómo afectan en sus relaciones afectivas, en las actividades
diarias y cómo se las ingenia el sujeto para seguir adelante.
La postura, la actitud,
serán los puntos a observar e intervenir. Una posición flexible, fluctuante
desde el armado tónico-postural, ligado al campo afectivo, promoverá nuevos
modos de estar con uno mismo y con los otros.
Bibliografía
- Jerusalinsky,
A y col (1988) Psicoanálisis y problemas del desarrollo infantil. Apéndice
lll: Coriat y Jerusalinsky, “Desarrollo y Maduración, Buenos Aires. Nueva
Visión
- Le
Breton, David (1990) “Antropología del cuerpo y la modernidad”. Cap. 7 . Editorial Nueva Visión.
- Salvarezza,
Leopoldo. Psicogeriatría Teoría y Clínica. Paidos Psicología profunda.
- Singer
Diana,”Los trabajos del envejecer”. Asociación de Psicoanálisis de las
configuraciones vinculares de Córdoba. Agosto 1998.
·
Leticia, González, “Reflexiones sobre los Aportes de
la Psicomotricidad a la problemática de la Adicciones y los Trastornos de la
Alimentación.” Conferencia, Córdoba, 2001.
[1] González, L (Córdoba 2001) “Reflexiones sobre los aportes de la
Psicomotricidad a la problemática de las adicciones y los Trastornos de la
Alimentación.
[2] Op cit 1.
[3]Salvarezza, Leopoldo, “El placer en la tercera edad” Articulo
revista encrucijadas. UBA
[4] Jerusalinsky, A y col (1998) en Psicoanálisis
y problemas del desarrollo infantil. Apéndice lll “Desarrollo y Maduración,
Buenos Aires. Nueva Visión
[5] J. De Ajuriaguerra, “Manual de Psiquiatría infantil”. Edición, Toray-Masson
[6] Salvarezza, L (1997, 4 Edición) Psicogeriatría .Teoría y Clínica.
[7] Gerontología. Universidad Maimónides: Evaluación y Prescripción del
ejercicio para poblaciones de ancianos. Agosto, 2005.
[8] Le Breton, David Sociología del cuerpo. Cap. 7 “El envejecimiento
intolerable: el cuerpo deshecho.”
[9]
Singer, diana, Asociación de Psicoanálisis de las Configuraciones vinculares de
Córdoba. Agosto, 2008. “Los Trabajos del envejecer”.
[10] Le Bretón David, (1990) “Antropología del cuerpo y la modernidad,
“El cuerpo supernumerario.