El
presente artículo surgió a raíz de un trabajo de análisis solicitado por las
docentes de la cátedra Clínica
Psicomotriz en la Universidad Nacional de Tres de Febrero, luego de haber
atravesado un cuatrimestre reflexionando sobre diversas temáticas que forman
parte de la clínica psicomotriz. El mismo consistía en formular interrogantes
sobre los conceptos y las temáticas estudiadas y analizadas.
Si
bien no fue un trabajo sencillo de realizar, creo que fue una instancia que me
permitió indagar y (re)pensar el modo de intervención como psicomotricistas. El
trabajo mencionado consistió en reflexionar e investigar sobre el límite
existente entre el quehacer clínico y el educativo. A raíz de haber entrado en
contacto con el libro “Discapacidad: Clínica y educación” de Esteban Levin (2008)
se reanudó en mí el siguiente interrogante: ¿cuánto
de la clínica psicomotriz se filtra en el ámbito educativo? y viceversa ¿cuánto de lo educativo podría encontrarse
en la clínica psicomotriz?.
Luego
de haber repasado apuntes y textos de la cátedra Psicomotricidad en educación
me encuentro en condición de afirmar que la mirada psicomotriz estará centrada
en el cuerpo y sus producciones tanto en las distintas escenas educativas como
en los diversos modos de relación que puedan existir entre el niño y el adulto
a su cargo o entre los mismos niños. Sin ir más lejos, podría aseverar que las
temáticas a trabajar en el campo educativo, desde la psicomotricidad, estarán
focalizadas, entre otras, en el acompañamiento a los niños con diversas
problemáticas y también se ocupará de los aspectos preventivos. Justamente,
éste es uno de los puntos en donde me gustaría centrar el interrogante
mencionado.
Para
continuar ahondando sobre el límite existente entre la clínica psicomotriz, la
psicomotricidad en el ámbito educativo y/o la educación en sí misma, creo
pertinente presentar una definición del término “educación”:
“La educación puede definirse como el proceso de
socialización de los individuos. Al educarse, una persona asimila y
aprende conocimientos. La educación también implica una concienciación
cultural y conductual, donde las nuevas generaciones adquieren los modos de ser
de generaciones anteriores.
El proceso educativo se materializa en una serie de
habilidades y valores, que producen cambios intelectuales, emocionales y
sociales en el individuo. (…)
En el caso de los niños, la educación busca fomentar el proceso
de estructuración del pensamiento y de las formas de expresión. Ayuda
en el proceso madurativo sensorio-motor y estimula la integración y la
convivencia grupal.”
Por
otra parte, si la labor clínica se centra en las problemáticas acaecidas en la
construcción del desarrollo psicomotor, en la conceptualización teórica y en
las diversas problemáticas que ocurren en la misma dinámica del trabajo
clínico; me pregunto ¿Cuánto de dichas problemáticas surgidas durante el
proceso de construcción del desarrollo psicomotor se ven potenciadas o
inducidas por el proceso educativo? y también ¿Es factible pensar que un
acompañamiento o alguna medida preventiva pueda ponerse en juego en el ámbito
educativo a modo de intervención clínica?.
Siguiendo
con el desarrollo de esta línea de pensamiento sobre las diversas problemáticas
surgidas en el contexto escolar, Norma Filidoro[1]
(2009), en un artículo publicado en la revista “Cuerpo”, plantea lo siguiente:
“… el Equipo de
Psicopedagogía del Hospital de Niños nos enseña un recurso que emerge de una
posición clínica que no evita la complejidad sino que, muy por el contrario la
toma creando la posibilidad de pensar el contexto escolar como constitutivo de
los problemas en el aprendizaje antes que como medio externo que favorece u
obstaculiza la apropiación de los conocimientos.
Se trata de la
creación de condiciones que permitan hacer visible el discurso escolar y sus
efectos de inclusión o exclusión. Consecuentemente, crea la posibilidad de
pensar las intervenciones en la escuela como uno de los ejes de intervención
clínica de la Psicopedagogía. Pensar la escuela (además del niño y sus padres)
como uno de los ejes de la intervención clínica habilita la creación de
recursos para introducirnos en el sistema escolar haciendo pregunta a un
discurso oficial que sostiene que lo valioso es Uno para todos; nos permite
crear recursos para poner en cuestión a un dispositivo escolar que sostiene que
aquel que no logra apropiarse de “Lo Uno”
en los tiempos, los lugares y los modos establecidos se convierte en portador
de una diferencia que lo hace pasible de la colonización cuando se lo considera
“un deficiente” o sujeto de exclusión
cuando se lo considera “peligroso” o “perjudicial” para los otros o para el
sistema.”
Si
bien la cita anterior está centrada en la Psicopedagogía, es en el mismo
sentido que pretendo reflexionar desde la Psicomotricidad. Puntualmente busco
hacer referencia a la posición que el psicomotricista adopta como “puente”
entre el posicionamiento de los padres para con ese niño en cuestión y el niño;
pero además, no dejando por fuera a la institución educativa. Sin embargo, cabe
mencionar que esta imagen también advierte que no debe perderse de vista el
ulterior corrimiento del terapeuta. Esta imagen, considero que permite ser
sustituida por los siguientes términos: conectar, ligar, unir, re-unir,
enlazar, sostener, entre otros.
Al
respecto, Sykuler, centrando su mirada en la clínica psicomotriz, sostiene
que:
“Las preguntas
que nos formulamos están ligadas íntimamente con el motivo de consulta, con el
giro que se produce en la posición del niño, de los padres y del terapeuta.
Digo la posición que el niño toma para con su cuerpo y su funcionamiento, la de
los padres en recuperar su lugar de propiciadores de autonomía del niño, y la
del terapeuta en el corrimiento de su lugar de referencia y sostén del
desarrollo del niño.”
En
este sentido, mi pregunta inicial busca reflexionar sobre si “algo” del modo de
intervención clínica puede llegar a tener lugar dentro del dispositivo
educativo; dado que, a fin de cuentas, en ambos dispositivos se trabaja sobre y
con el posicionamiento del paciente/alumno.
Quiero
destacar que no pretendo desdibujar los límites de los dispositivos de
intervención psicomotriz sino que pretendo pensar y reflexionar sobre el
posicionamiento y la forma en que los distintos modos de acción permiten
acompañar al paciente/alumno en sus diversas dificultades y problemáticas.
Creo
que este interrogante surge en mí a raíz de ser una profesora de danzas
atravesada por el discurso psicomotor. Si bien la danza no responde, en líneas
generales, a los patrones de la educación oficial, considero que la rigurosidad
de la enseñanza de las diversas técnicas, en muchas ocasiones (por no decir
siempre), dejan por fuera lo que al alumno le acontece en su cuerpo ante los
desafíos presentados. A modo de ejemplo, se me ocurre mencionar lo ocurrido con
una alumna de 7 años y con otra alumna de 16 años.
A
la niña de 7 años, Matilda, le generaba miedo atravesar sola la diagonal del
salón para realizar una secuencia de movimientos determinada por lo cual, en un
primer momento, me dispuse a acompañarla de la mano realizando dicho ejercicio.
Con el transcurrir de las semanas, frente a la misma propuesta y, nuevamente,
la sensación de miedo, simplemente ambas comenzamos a recorrer la diagonal
juntas haciendo la secuencia de movimientos solicitada. Finalmente, con el paso
del tiempo pude ir alejándome de ella, e inclusive, correr mi mirada cuando
ella se encontraba cruzando el salón con alguna secuencia de movimientos. Sin
ir más lejos, hubo un día en que Matilda me sorprendió al pedirme ser la
primera en formar el “tren de las diagonales”.
Por
otra parte, a la adolescente de 16 años, Catalina, le genera miedo e
incomodidad saltar. Ella fue tanto compañera de curso como alumna. Siendo
compañeras, quien era nuestra profesora, frente al impedimento de los saltos y
a la desorganización general de su cuerpo al momento de saltar intervenía con
gritos, como suele suceder en este ambiente. Considero es un método que lo
único que hace es obstaculizar y bloquear, cada vez más, el fluir del
movimiento solicitado. Luego, por poco tiempo, Catalina fue alumna mía y, en
ese entonces, mi intención frente al pedido del mismo tipo de salto fue
desglosarlo para que ella pudiera ir registrando lo que sucedía con el pasaje
de su propio peso de una pierna a la otra durante dicho salto. No logré la
armonía que ese salto requiere ni la coordinación específica entre brazos y
piernas, pero la calidad del movimiento no era crispada ni cargada de tensión
extra. Por otra parte, Catalina me dijo que si bien le costaba mucho realizar
ese salto había comprendido cómo tenía que moverse.
Hay
una frase de Sykuler (1997), quien retoma una cita de Bergés, que me parece
interesante mencionar en este punto del análisis:
“ ‘El papel de
la reeducación psicomotriz es el de instalar al cuerpo en el lugar en el que el
niño pueda decir YO.’ (…) Al tomar posición con su cuerpo, el niño establece
quién es respecto del otro. (…) Tomar posición, adquirir un lugar, apropiarse
de su cuerpo, mirar y mirarse, recibir y expresar.”
En
este sentido, podría enunciarse que la función del psicomotricista es la de
acompañar a los niños[2]
en la toma de su propia posición frente a los obstáculos que el proceso educativo,
en este caso puntual, les presente.
Entiendo
que, a lo largo del presente análisis se ponen en juego diversas cuestiones que
vinculan, a mi modo de entender, aspectos de la educación y aspectos de la
clínica psicomotriz. Tal vez, el punto central no radique en hacer un
forzamiento entre ambos ámbitos mencionados, sino solamente estar advertidos
del delgado nexo que puede existir entre ellos.
Yamila Bejarano
Técnica en Psicomotricidad
Bibliografía:
ü González, L.
(2001), “¿Qué cura la psicomotricidad?”. Trabajo presentado en las jornadas Psicomotricidad: el devenir de una
disciplina”, organizadas por la UNTREF y la AAP.
ü Bergés J.
(1974), “Algunos temas de investigación en psicomotricidad” en Cuadernos de Terapia Psicomotriz. Número
especial de la Soc. Internacional de Terapia Psicomotriz para los países de
lengua española. Buenos Aires: V. Singeser de Votadoro.
ü Encuentro con
Francoise Désobeau, (1978) en Revista de
Psicomotricidad, editado por la AAP.
ü Filidoro N.
(2009), “La clínica como creación de posibles” en Revista Cuerpo. Año 2. Nº 5.
ü González L.
(1985), “Reflexiones acerca de la terapia psicomotriz” y “Cuestiones de la
clínica psicomotriz” en Pensar lo
Psicomotor. La constructividad corporal y otros textos. Editorial UNTREF.
ü Sykuler C.,
“Acerca del final de un tratamiento psicomotor” en Crónicas Clínicas en Relajación Terapéutica y Psicomotricidad.
ü Sykuler C.
(1997), “Algunos conceptos para pensar la clínica psicomotriz” en Reuniones clínicas en Psicomotricidad.
Referencias electrónicas
ü ---- (2008).
Definición de Educación en http://definicion.de/educacion/. Extraído el
7 de Febrero del 2013.
Apuntes de clases
de la Licenciatura en Psicomotricidad en la Universidad Nacional de Tres de
Febrero:
ü Psicomotricidad
en educación. Susana Mo. Año 2011.
ü Seminario de
Semiología Observacional. Débora Schojed-Ortiz. Año 2012.
ü Clínica
Psicomotriz. Claudia Sykuler. Año 2012-2013.
[1] Norma
Filidoro: Lic. en Cs de la Educación (UBA); Mgter. En Psicopedagogía
Clínica (Universidad de León); Supervisora de equipos clínicos y escolares, de
instituciones públicas y privadas.
[2] Cabe
aclarar que utilizo el término niños debido a que me encuentro vinculando el
campo educativo con el de la clínica y, en este punto de análisis, dejo por
fuera las edades que no se encuentran escolarizadas. Sin embargo, creo que
podría hacerse extensivo a todas aquellas edades que se encuentren involucradas
con lo educativo.
www.revistadepsicomotricidad.com agradece públicamente a la Técnica en Psicomotricidad Yamila Bejarano por enviar este artículo desde Buenos Aires, Argentina.