Tonucci y la autonomía en el niño.
Larga es la
experiencia que atesora el Pedagogo italiano FrancescoTonucci respecto al mundo
del niño y el papel que desempeñan los gobiernos, la escuela, los ciudadanos
(el adulto, en general) en el desarrollo de su autonomía. Especialmente, ha
dedicado gran parte de su vida a covencer al mundo de que es posible cambiar
las ciudades y recuperarlas para los niños, para que puedan moverse libremente, explorar, jugar en
ellas sin tropezar con las barreras que les hemos puesto. Barreras que
provienen, a veces, de nuestros propios miedos, y otras veces, de nuestra falta
de escucha a las necesidades de la infancia. No en vano se le reconoce en el
mundo entero como "niñólogo", pues siempre tuvo una capacidad
especial para ponerse en el lugar del niño, y abordar, de una manera
descaradamente sencilla, las dificultades que éstos encuentran para jugar.
"Niño se nace", "Con Ojos de Niño", "la Ciudad de los
Niños", "Cuando los Niños Dicen Basta" (Tonucci, F., 1988, 1990,
1991, 2005), son algunos ejemplos de su amplia bibliografía que ha ejercido
influencia en todas las disciplinas interesadas por la infancia.
Al igual que ocurre
en otros ambitos afines, los Psicomotricistas
nos hemos formado leyendo sus textos y nos resulta inevitable seguir
reflexionando sobre lo que este Pedagogo plantea. El interés por la infancia y por
sus posibilidades de movimiento dentro de un ecosistema amplio, por el juego,
por la exploracion del espacio, por el aprendizaje, por las relaciones que
establecemos desde pequeños con la comunidad, son motivaciones que compartimos
con este gran pensador. Es por ello que al equipo de www.revistadepsicomotricidad.com le parecio apropiado conocer su
visión con mayor profundidad y centrar la atención en los puntos que pudieran
nutrir a nuestra disciplina, e invitarles a realizar una reflexión crítica, tal
como nos tiene acostumbrados Frato, ese otro yo de Tonucci, el dibujante que su
incuestionable talento le permite hacer emerger para satirizar sobre cuestiones
educativas.
Con www.revistadepsicomotricidad.com
habló sobre el movimiento y su relación con el aprendizaje. El Pedagogo expresa
que este punto no es percibido como relevante en la escuela actual, pero cree
firmemente que los psicomotricistas escucharán
este tema con la debida sensibilidad.
El Pedagogo
señala algunos de los estudios europeos que muestran los beneficios de que los
niños vayan andando a la escuela. Entre ellos destaca una investigación de una
universidad danesa, que concluye que los niños que van caminando a la escuela
se concentran mejor durante el tiempo que permanecen en ella, que aquellos que
van en coche. Basándose en este estudio y en las ideas del propio Tonucci, algunos
centros educativos de la geografía mundial han puesto en marcha proyectos que
buscan mejorar la atención de los niños y, por lo tanto, mejorar su rendimiento
escolar. Valga como ejemplo “A L´Escola a Peu”,
la experiencia en Sagrat Cor de Godella (Valencia, España), que sigue
precisamente esta línea de trabajo. Según la información extraída del
valenciano “Canal Nou”, el ejercicio físico y el movimiento a primeras horas de
la mañana les ayuda a activar la atención, además de favorecer el aprendizaje
de los fundamentos de Seguridad Vial.
Jugar en la Confianza.
Para Tonucci,
a los niños que no pueden salir solos de casa se les está impidiendo jugar. Es
en la niñez donde se afirman los cimientos de todo aquello que va ocurriendo a
lo largo de la vida. Por lo tanto: ¿cómo esperar hombres y mujeres
independientes y libres, si nunca tuvieron autonomía?, ¿si no experimentaron
emociones tan importantes como el miedo ante un riesgo? Jugando, el niño entra
en una relación con el espacio y el
tiempo, a través de la cual descubre el mundo, a través de la cual conoce
al otro. Esto sólo es posible si desarrolla su autonomía, si el niño se
encuentra en una situación de libertad.
Habitualmente
el adulto sustituye el juego en libertad,
por convertirse en un mero acompañante en el parque, o por la compra compulsiva
de bienes materiales. Para jugar de forma adecuada no necesitamos tantos
juguetes, sino tener mucho tiempo para utilizarlos y compañeros para compartirlos.
Tonucci nos recuerda que esta es la realidad actual de la infancia
mediterránea: en Italia, España, Grecia y en otros países, encontramos una
creciente falta de tiempo libre, de autonomía y, en definitiva, de libertad.
Señala además que los juguetes forman parte del juego siempre que permitan descubrir experiencias, probar, explorar... Todo
esto no se puede hacer bajo el control de un adulto. El adulto se ha vuelto
desconfiado, miedoso, provocando que exista una falta de juego. Jugar, para Tonucci,
equivale a confianza; es decirle al
niño: yo te quiero, confío tanto en ti que te puedo dejar solo. Por otro lado, en el niño el juego surge de forma espontánea. No
es necesario enseñarle nada.
El italiano
rememora su propia infancia, y usándola de ejemplo señala que su padre le
enseñó a utilizar objetos para construir y no a jugar. “Yo fui un niño de la guerra,
durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Era ridículo pensar en comprar
juguetes, así que nosotros debíamos construirlos. Lo hicimos con un gran placer
porque fue construido por nosotros. Los maestros eran los que nos guiaban”.
La Libertad y el Riesgo.
Profesionales
de diferentes disciplinas, tanto los sanitarios como los educativos, han
observado la carencia de movimiento
espontáneo en el niño, provocado por el estilo de vida de nuestra sociedad.
A pesar de acudir a numerosas actividades extraescolares (fútbol, baile,
natación...), se aprecian consecuencias de esta forma acomodada de vivir, como
un incremento de la obesidad infantil o la falta de oportunidades para la
descarga emocional. En este sentido Tonucci destaca que el adulto siempre le
dice al niño lo que tiene que hacer, no dejándole libertad para que pueda descargar sus emociones.
Igualmente
dramática es la consecuencia de no poder vivir la experiencia de riesgo, pues el adulto abusa de sus
herramientas de control e impide un adecuado desarrollo. Experimentar el riesgo
es fundamental para la evolución del niño, tanto desde el punto de vista
cognitivo como social o cultural. El
riesgo empieza el día del nacimiento y es una buena medición a nuestra
disponibilidad a que nuestros hijos crezcan.
Los niños
italianos, por ejemplo, solo visitan a los compañeros previstos por sus padres,
encuentros sociales controlados. Así, los niños no pueden vivir la experiencia
de hallar a un desconocido y elaborar estrategias sociales de encuentro. Por
ello no aprenden a elaborar estrategias que les permitan evaluar si éste es un buen o
mal amigo, como componer una pelea o decidir si mañana queremos volver a jugar.
Entonces, los niños llegan a la adolescencia con un cúmulo de experiencias
enrarecidas, sin vivir las experiencias de riesgo que son propias de la
infancia, sin poseer la suficiente autonomía para conocer sus deseos acerca de
la vida, de las relaciones. Se retrasa el deseo de experimentar el riesgo y se
vive como una explosión. Problemas como el bullying, el consumo de alcohol y
drogas, la sexualidad precoz, los suicidios, podrían estar relacionados con la
falta de autonomía en la infancia, según el niñólogo.
La autonomía, por lo tanto, tiene un
carácter preventivo, y es necesario recuperar estas competencias. Para ello, pensamos
una propuesta acerca del recorrido desde casa hasta la escuela, no porque sea
el más importante en la vida del niño o el más deseable, sino porque este
recorrido permite que vaya junto con sus amigos. Se trata de ir a la escuela
solo, de realizar siempre el mismo recorrido contando con el apoyo del barrio,
de organizarnos de manera social, colectiva, formar parte de un grupo que
constituye una masa crítica. Los niños en clase se estudian los recorridos que
llevan a la escuela, se discute con ellos acerca de los peligros, pudiendo
colaborar el Ayuntamiento de cada lugar.
Otra idea
innovadora es contar con la participación de los comerciantes, quienes ponen
sus comercios al servicio de los niños, para cualquier cosa que puedan
necesitar, como ir al baño, usar el teléfono o curar alguna herida. Estos
comercios presentan alguna identificación clara para los niños, como alguna
pegatina.
Normalmente
los padres piensan que esto es una locura. Piensan en accidentes de tráfico, o en
la existencia de personas malintencionadas, violentas o pedófilas. Y esto
deriva en una reflexión profunda sobre estos peligros: la violencia contra los
niños existe, y es en un gran porcentaje dentro de la casa, no en personas
desconocidas. En la mayor parte de los casos, la violencia es ejercida por los
padres, otros familiares o educadores. Los conductores no andan buscando
aplastar a los niños. Si hay niños en la calle ésta se vuelve más segura porque
los automovilistas se fijan y están atentos a los niños. Tonucci está
convencido de que se produce una especie de moderación social. Tras unos meses
de trabajo, las familias permiten que los niños puedan ir solos y volver a la
casa solos. El 50% o más pasan a ir a la escuela solos.
Un cambio de mentalidad en la Escuela y en la Ciudad.
Para promover
un cambio son necesarias unas condiciones previas. Según su experiencia, tanto
en Italia como en otros países, el apoyo
de los ciudadanos del barrio y de las instituciones locales es fundamental
para que los niños puedan recuperar esta autonomía y puedan moverse libremente,
en las mejores condiciones viales posibles. Todo esto se configura en un marco
de reglas espacio-temporales y se
generaliza a sus vidas privadas: los niños van cada mañana a la escuela y por
la tarde pueden ir a jugar con sus amigos, a comprar a alguna tienda o a
visitar a su abuela. Estas reglas son necesarias, pues constituyen los límites
en los que se desenvuelve y madura cada niño.
En Argentina,
a comienzos del año 2003, se produjo una innovadora experiencia en el Barrio
Almirante Brown, del Gran Buenos Aires, donde existían muchos problemas de
violencia: los ciudadanos decidieron suprimir las actuaciones policiales e
idearon recorridos seguros. Tonucci asegura que en este y en otros barrios
donde se desarrolla este proyecto se ha producido un descenso de la criminalidad.
Concluye, entonces, que la presencia de niños en la calle produce seguridad.
Otra acción interesante (Yo Soy Padrino, Yo Soy Madrina) se produjo en Rosario,
en el año 1997. En este caso, la disponibilidad
de los comerciantes para los niños, se
producía a través de pactos formales que firmaban los comerciantes con el
alcalde, comprometiéndose a ser madrinas
y padrinos de los niños y ayudarlos a desplazarse solos a la escuela.
Se necesita,
además, que La Escuela esté motivada,
un convencimiento profundo de la Institución Escolar. Es necesario que los
propios maestros reconozcan esta experiencia de Libertad como algo importante
para su escuela, y ser conscientes de que hoy en día se sufre mucho esta falta
de autonomía. Para Francesco Tonucci, una buena escuela debería hacerse sobre
lo que los niños llevan consigo, no sobre los libros y programas, no acerca de
contenidos de vienen de afuera. Al contrario, se debería “mirar en los bolsillos de los niños”, pues éstos
no llegan a la escuela con los bolsillos vacíos. Los bolsillos, según el
experto italiano, son peligrosos, porque en ellos “hay bichos”, contienen nuestra vida: boliches, cromos,
cuerdas de trompos; sacar este material afecta a nuestra vida dentro de la
clase, ya que nuestra vida ocurre fuera de la escuela. Lo que hace la escuela
es sólo una propuesta.
Recuperar la
autonomía significa que el niño recupere la posibilidad de vivir experiencias
propias y tener algo que contar a la escuela: el niño que recorre la calle todo
el día, conoce su barrio, su entorno. Antes de enseñar conocimientos sobre el
Agujero de Ozono, el niño descubre las condiciones atmosféricas de su entorno y
se siente parte de éste. Antes de enseñar con signos de tránsito, una buena
educación vial comienza por enseñarlos a ser peatones.
El autor de La
Ciudad de Los Niños (Tonucci, 1991), señala que el asunto es más delicado
cuando se observa lo que está ocurriendo dentro de la escuela, en las aulas.
Comenta que la estructura de las aulas es muy rígida, que no se puede entender
que un niño de seis, siete u ocho años permanezca sentado durante cinco horas,
en la misma posición, tal como defienden insistentemente los profesionales de
la Psicomotricidad y otras disciplinas que se ocupan del cuerpo. Si un niño se levanta de su asiento se
convierte en un problema, no castra la libertad de movimiento y no tienen
siquiera derecho a cansarse. En la película "La Educación Prohibida”, en
gran parte inspirada en su trabajo, se muestran experiencias de ocho países de
Iberoamérica dónde se cuestiona la Institución Escolar, considerándola obsoleta
y anacrónica. Se parte aquí de la opinión de más de noventa educadores,
académicos, autores y familiares, que critican un diseño que ha dejado de
prestar atención a la naturaleza del aprendizaje, a la libertad de elección y a
la importancia de los vínculos humanos en el desarrollo de las personas y de la
sociedad. Se debe permitir vivir
distintas experiencias dentro de la escuela, en espacios amplios (tipo
laboratorios) donde los niños puedan moverse más que el adulto, reconociéndoles
esta autonomía en lugar de la propuesta radical de permanecer quietos durante
todo el tiempo. Esto no quiere decir que no haya reglas. Los niños pueden
aprender a moverse por el aula y luego volver, sin molestar a los demás.
Sin esta
estructura tan rígida y jerarquizada, además, el niño se siente en libertad de
elegir los lenguajes en los que quiere expresarse. Quizás así se pondría la
mirada sobre el cuerpo, ya que actualmente estas jerarquías hacen que se den importancia
a algunos tipos de lenguajes (como las matemáticas), mientras que la
expresividad queda en el último lugar. Según la Convención Internacional de los
Derechos del Niño (UNICEF, 1989), éste debe poder elegir los lenguajes en los
que expresarse.
Una reflexión para la Psicomotricidad.
Aunque estamos más habituados a
centrar el punto de mira en otro tipo de contextos, es cierto que los límites
entre los cuales el niño (y el resto de seres humanos) se desarrolla van mucho
más allá de una sala de Psicomotricidad. El tiempo del niño no es (solamente)
el que transcurre en una sesión, y el espacio no termina en las paredes de cada
centro. Ahí está la calle, llena de posibilidades para que el niño explore,
entre en relación con el mundo y descubra a las otras personas, se mueve
espontáneamente. Ahí es, sobre todo, donde su cuerpo aprende.
Metafóricamente,
Tonucci nos insta a mirar en los bolsillos de los niños, pues nunca están
vacíos, sino llenos de vivencias. En los bolsillos están los miedos, los
afectos, su propia historia. Cuando llegan a la escuela es necesario mirar a
este cúmulo de vivencias, no a las exigencias curriculares, a los objetivos que
nos marcan nuestras expectativas o ideas preconcebidas o a etiquetas
diagnósticas. Desde nuestra disciplina sabemos la importancia de lo que cada
uno trae consigo, de la vivencia que porta el cuerpo, de las huellas que en
cada cuerpo hay impresas.
En la escuela, es preferible
enseñarles a ser. Permitirles ser seres autónomos en lugar de someterlos a una
estructura rígida, donde no puedan expandir sus ideas y su creatividad se vea
totalmente limitada. La existencia de una estructura, de unas normas, unos
límites, es totalmente apropiada. Pero siempre debe haber flexibilidad, para
que el niño pueda moverse libremente y poner en juego todo su potencial. Lo
psicomotriz, entonces, adquiere un mayor sentido dentro del aula. El
conocimiento del propio cuerpo, del entorno, de los objetos, la expresividad y,
en definitiva, la relación, se producen de forma natural cuando se da pie a la
espontaneidad y cuando el niño se siente seguro. Todo esto implica la necesidad
de que se produzca un cambio de modelo, acerca de una Escuela que reflexione
profundamente sobre el concepto de Libertad, pues es en este marco donde los
niños pueden ser ellos mismos, donde pueden desarrollarse plenamente como seres
independientes y diversos. Es así, además, donde cada uno puede descubrir su propio
lenguaje.
El adulto tiene, en primer lugar, que
ofrecer al niño seguridad. Para el autor italiano, a esta seguridad se llega a
través de la confianza que le damos al niño al dejarlo actuar de forma
espontánea y libre. Tonucci habla también de la disponibilidad, presente en
todos los ciudadanos que se encuentran en el entorno del niño, en la familia y
en la escuela. El adulto debe ser capaz de escuchar para conocer realmente cuáles
son las necesidades de cada niño, qué tipo de lenguaje quiere utilizar, cómo
necesita explorar y aprender.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
Tonuci, F. (1988).
Niño Se Hace. REI Argentina. Buenos Aires.
______ (1990). Con
Ojos de Niño. Barcanova Educación. Buenos Aires.
______ (1991). La
Ciudad de Los Niños. Barcelona.
______ (2005). Cuando
Los Niños Dicen Basta. Barcelona.
REFERENCIAS
ELECTRÓNICAS.
Entrevista realizada por:
Mady Alvarado (Buenos Aires, Argentina) Licenciada en Psicomotricidad
ayunte redacción:
Caraballo (Santa Cruz de Tenerife, España) Psicopedagogo no es psicomotricista.