lunes, 27 de abril de 2020

El juego psicomotor: práctica educativa y clínica en Italia


incluye la versión del texto en italiano al final

El juego se considera por excelencia la herramienta ideal del psicomotricista. A través del juego, se desarrolla la actividad psicomotora para niños y adultos. “Jugar es un asunto serio. Lo necesita para descubrir el mundo ". ¡Y realmente lo es!
El bebé, inicialmente, crea su visión del mundo y de los objetos, así como de otros seres humanos a través del juego, primero un juego sensorial, y gradualmente se va estructurando hacia un juego simbólico a los 18 meses y finalmente, un juego abstracto.
Al proponer un análisis propuesto por primera vez por el filósofo Jerry Fodor, los niños pequeños tienen un "lenguaje de pensamiento" en el que representan los hechos del mundo para sí mismos. De hecho, el repertorio simbólico de los niños en edad preescolar en el ámbito de la comunicación va mucho más allá del lenguaje y las actividades relacionadas con él (Gardner H., 1993). La psicología y la fisiología han demostrado cómo los mecanismos de juego están presentes desde los primeros meses de vida del niño que experimenta una dependencia completa de la figura de referencia. Según lo indicado por Bowlby y otros estudiosos de la teoría del apego, en comparación con el cuidado que recibe el niño en los primeros meses de vida, y agrego, desde la concepción, desarrollará una imagen positiva o negativa de sí mismo, que reflejará con precisión la forma en que Cuidamos de él. Piense en los experimentos de Harlow con los monos Rhesus, luego expandidos por los estudios de Mary Ainsworth. Los niños crean un vínculo sólido e indisoluble con sus padres y sus alrededores. De ahí su relación con el objeto, tanto estructurado como no estructurado, y por lo tanto con el juego.
Maria Montessori, en el trabajo "El descubrimiento del niño", publicado en 1948, después de observar métodos y estrategias educativas en un contexto pedagógico, dice: "A través del contacto y la exploración del medio ambiente, aumenta la inteligencia ese patrimonio de ideas operativas, sin el cual su funcionamiento abstracto carecería de fundamento y precisión, exactitud e inspiración. Este contacto se establece a través de los sentidos y el movimiento”. Inicialmente, el niño juega con la figura de referencia a través de movimientos reflejos (automáticos) que selecciona los primeros meses y que tienen un valor puramente tónico-fisiológico. Es en repetición que estos movimientos reflejos se vuelven más finos, más precisos y más finalistas. Aquí el niño sienta las bases para la construcción y la idea de un juego estructurado. Es importante y / o fundamental que el padre, o la figura de referencia, esté presente y cumpla con las solicitudes del niño. Se formará una idea estable de sí mismo y, por lo tanto, el juego se convertirá en una extensión, continuación, de su existencia. Por lo tanto, se convierte en una proyección de sí mismo.
El cuerpo se convierte en parte del proyecto psicomotor, una herramienta de relación. Además, para garantizar el éxito terapéutico fundamental, aparece la correlación continua entre el proceso terapéutico, la historia del paciente, los tipos de figuras parentales y las diferentes influencias ambientales (Russo C., 1988). La maduración neurológica, psicológica y relacional permite que el sujeto se adapte al espacio y lo conozca (Boscaini F., Saint-Cast A., 2012).
Después, el niño comienza a adquirir una cierta autonomía, alrededor de los 13 meses, edad a la que comienza a moverse en el espacio. A partir de este momento, el niño observará y experimentará el entorno circundante desde otra perspectiva: la maduración de la visión tridimensional, la postura erguida y el ajuste del tono muscular, para percibirse a sí mismo en dentro de un entorno, un espacio que finalmente puede ser controlado y manipulado por el propio niño.
El juego de caracterísitca motor y sensorial es, por lo tanto, el juego que caracteriza los primeros años de la vida del niño: después de la fase del juego "fusional" en simbiosis, también a nivel del cuerpo con la figura de referencia, surge la necesidad de una exploración completa. Uno de los juegos más queridos en esta fase es el juego del cu-cù desde el cual el niño extenderá su placer al ocultar objetos y eventos al encontrarlos. Se crea lo que se llama la "constancia del objeto". A través del juego sensorial-motor, el niño debe estructurar una autoimagen competente y capaz. Una imagen que lo acompañará y transformará durante su vida.
Los juegos sensoriales implican el uso de diferentes materiales y sonidos, parecen privilegiados en este momento. Esos objetos ayudan al niño a explorar e integrar conceptos aún no relacionados entre sí: espacio, tiempo y ritmo. Por lo tanto, es importante permitir a los niños una exploración total a través del cuerpo.
Durante las actividades educativas, como las de terapia, a menudo les pido a los niños que se quiten los calcetines y que perciban cualquier sensación derivada del cuerpo: el calor, el frío, lo áspero, lo suave, por ejemplo. La participación total del cuerpo es crucial. Nos devuelve a las sensaciones más puras como en el útero y a redescubrir a pesar de la adquisición de etapas fundamentales de autonomía, la constancia de la figura de referencia, incluso si no está presente. En este sentido, las experiencias tónico-emocionales juegan un papel fundamental: la envoltura de las mantas, el buceo en el billar, la casa.
Después de la edad de dos años, el juego simbólico emerge: es un paso fundamental, ya que permite que el niño (pero también el adulto en terapia) exprese sus experiencias, sus emociones haciendo uso de símbolos. Cualquier objeto se transforma en otra cosa: un palo puede convertirse en un remo de un bote, una sábana puede convertirse en su vela, etc. Winnicott afirma la importancia del juego simbólico que lleva al niño y al adulto a un área intermedia donde todos pueden aportar su propia planificación. En esto, el adulto debe apoyar al niño. La figura del padre en el juego simbólico se vuelve fundamental: el padre y la madre actúan dentro de un espacio junto con el niño, que es un espacio imaginario y de fantasía, pero que trae de vuelta los fantasmas de la vida real. A través de lo simbólico, todos pueden decidir quién ser y cómo ser.
En la terapia, que discutiremos más adelante, a través del juego simbólico surgen las experiencias más importantes para el logro de los objetivos establecidos durante la evaluación. En el juego simbólico, el espacio y el tiempo no son reales sino que pertenecen a esa realidad que es externa, irreal, construida. Los adultos apoyan al niño sin oponerse, pero garantizando la planificación del niño. "En los niños hay una actitud creativa, la energía potencial para construir un mundo psíquico a expensas del medio ambiente" (Maria Montessori, 1938). El juego simbólico por excelencia es el juego de la casa en grupos psicomotores preventivo-educativos que a menudo juego en la primera reunión y en la última reunión de cada ciclo, que generalmente incluye 10 reuniones. La casa da una sensación de contención, pertenencia y apoyo. Los niños se miran, exploran a sus compañeros con los ojos e integran esta información en la construcción de su propia imagen. El niño redescubre el sentimiento de contención, pero al mismo tiempo se ofrece al medio ambiente.
El objeto adquiere lo que Boscaini define las dos peculiaridades fundamentales: unidad y permanencia en el espacio y el tiempo. A partir del juego simbólico, el juego de roles se crea hacia la edad de 6 años, donde los niños crean parodias y asignan a cada uno su propio papel. Finalmente, con el nacimiento del pensamiento abstracto y lógico-matemático, el juego se crea con reglas. En realidad, los juegos con reglas se insertan entre 6 y 11 años precisamente porque el desarrollo de cada individuo sigue etapas fundamentales con una trayectoria muy similar para todos, pero alcanzando los objetivos y las etapas con su propio ritmo, un ritmo que tiene Un personaje personal y único.
El juego actúa como una herramienta dentro del entorno psicomotor, para mostrar las experiencias de niños y adultos. El niño derrama sus emociones creando un puente con el conductor psicomotor que se convierte en una parte integral de un escenario que podría compararse con un teatro. Los grupos de psicomotricidad compuestos por niños de edad más o menos similar (grupos de niños de 2/3 años, niños de 4/5 años, etc.) crean una sinergia entre ellos después de un montón de reuniones (más o menos después de 3 reuniones). Los niños llegarán a conocerse, observarse y crear su propio camino, siempre dirigido por el psicomotorista que se hace pasar por un "conductor".
El juego desde los primeros momentos de la vida e incluso antes del nacimiento es un puente, un instrumento, un mediador entre el cuerpo externo que se mueve, actúa e implementa comportamientos, acciones y experiencias, y un cuerpo interno hecho de fantasmas, emociones, expresiones. La psicomotricidad como un enfoque global de la persona explota la posibilidad de jugar en la educación para acompañar a los niños en un desarrollo armonioso de sus habilidades. La inteligencia del niño se estructura a través de la exploración del mundo circundante, del espacio externo que se compone de objetos, cosas y personas. Te pones en contacto con objetos a través del juego. Cada objeto tiene significados físicos, simbólicos y afectivos capaces de hacernos regresar por un tiempo al útero de la madre, o hacernos sentir como un héroe derrotando a un dragón. El simbolismo es fundamental, así como el aspecto físico que nos permite volver rápidamente a la realidad.
Los juegos de pelota son un claro ejemplo de cómo se puede considerar un objeto en sus múltiples características: la pelota en Psicomotricidad es un objeto fundamental.  La pelota en diferentes tamaños y diferentes composiciones, grande, pequeña, mediana, suave, rizada, más dura, tiene características físicas perfectas para trabajos de ajuste postural y tónico. Insustituible en la práctica terapéutica. Desde un punto de vista simbólico, la pelota representa a la madre en todas sus formas y consistencias: un niño que tiende a permanecer en el espacio en el que se coloca la pelota, o que la usa repetidamente y se enoja si se la quita, aclara un El apego ciertamente perturbado y necesita ser aclarado. La pelota permite un estado de activación en el nivel motor y ayuda a los juegos de coordinación global, oculo-breech u oculo-manual. Se puede usar en muchas actividades de una manera diferente y siempre original. En el juego de lanzar y recuperar la pelota al estructurar una presencia y ausencia y la facilidad o no de desapego del objeto en sí, el psicomotorista observa el comportamiento del niño y el control tónico. En resumen, la pelota, un objeto trivial, se encuentra dentro del entorno importante. "La capacidad de intercambiar en estos juegos a veces puede ser un reflejo de las cualidades de apego que el niño ha podido crear en el primer período de su vida y su capacidad de descansar de forma segura" (Bowlby J., 1969). El juego en la gestión clínica: la historia de un caso.
La configuración de psicomotricidad se refiere a un espacio físico caracterizado por cuatro áreas: el espacio simbólico, el espacio de la realidad, el espacio motor y finalmente el tónico-emocional. Cada espacio dentro del entorno nos lleva a expresar una experiencia diferente y nuestras características personales. El psicomotricista como mediador del cuerpo al intervenir, actúa como observador del niño o adulto. Si un individuo entra inmediatamente al espacio terapéutico , por ejemplo, en el espacio tónico-emocional, tendré claro cómo apoyar, brindar contención y seguridad. Si un niño o un adulto se muda al espacio de la realidad, la necesidad de ese momento probablemente será una expresión cognitiva de su propia persona. Probablemente el sujeto tendrá características rígidas e inhibitorias. Luego, el psicomotorista recopila esta información y al modular las necesidades del cuerpo del otro, crea un espacio que se define como "transicional" donde se crea una realidad paralela que puede conducir a la expresión y el procesamiento de las propias experiencias y  las emociones.
La intervención del psicomotricista con el adulto o niño permite la creación de un camino basado en objetivos establecidos siguiendo lo que se llama "examen psicomotor". Un conjunto de pruebas de diferentes habilidades: desde motrices y práxicas hasta afectivas / relacionales. Al igual que en el ámbito educativo-preventivo, incluso en el entorno clínico, el juego se convierte en una herramienta esencial tanto para adultos como para niños. El juego te permite superar dificultades y disturbios. Lo que me gustaría contarte es una experiencia en mi estudio de psicomotricidad en Verona. El caso de Anna: un tratamiento psicomotor en el trastorno de inhibición primaria.
En septiembre de 2017, llega a mi oficina después de una entrevista preventiva con sus padres Anna (un nombre elegante para proteger la privacidad de la niña de 5 años). De la entrevista anamnésica, nada emerge excepto una gran dificultad para la niña en el "acercarse a las actividades motoras que requieren una intervención corporal completa.
Es una niña hermosa, con cabello rubio y ojos azules. Su constitución es delgada y esbelta, muy alta para su edad. Cada segmento del cuerpo es proporcional al cuerpo. Anna tan pronto llega, observa el estudio. Se esconde detrás de su madre y su rostro se vuelve ligeramente púrpura. Después de unos minutos, acepta entrar al consultorio conmigo, dejando a su madre en la sala de espera. La niña se sienta inmediatamente a la mesa en el espacio de realidad. Parece aceptar de inmediato mi figura, y comienza a contarme sobre sus amistades y la escuela. Poco después le pido que se mueva conmigo en el espacio motor. Con la mente rígida, el tono muscular aumenta considerablemente, pero la tranquilizo mostrándole la pelota suave de tamaño mediano y proponiendo un intercambio dual con sus manos. Anna sonríe y el tono muscular disminuye drásticamente en poco tiempo. Entonces comenzamos un intercambio, en el terreno (para permitir la regresión y una disminución en el tono muscular). Inmediatamente entiendo que ese intercambio trae mucho más que un acto motor coordinado: es un intercambio simbólico, que le ha permitido a Anna abrirse a mí y a mí para recibir sus experiencias y su rigidez (tanto física como emocional).
Se necesitarán dos reuniones más antes de que Anna se abra completamente, confíe y recupere su ira, su inseguridad y su determinación dentro del entorno. Dos reuniones de intercambios verbales y corporales, actividad sensoriomotora estática y dinámica.
Después de cuatro encuentros, la niña espontáneamente me pide que use los aros, conos y colchones y espontáneamente me propone una ruta motora. La autoimagen se había expandido y, sobre todo, la imagen corporal se mantenía, se sentía aceptada y libre de ser y expresar sus sentimientos. La rigidez postural y tónica ha dejado gradualmente espacio para un tono medio y la posibilidad de realizar la técnica de relajación, una técnica utilizada a través del diálogo corporal y tónico con el uso de diferentes instrumentos y objetos psicomotores, se ha abierto camino.
La belleza de nuestro trabajo es que quien ingresa al entorno psicomotor nunca será el mismo que cuando sale, y lo mismo ocurre con el psicomotricista. Este se enriquece día tras día, hora tras hora a través de las experiencias de los demás, les da la bienvenida y, junto con ellos, los elabora para llevar a cada individuo a una exaltación completa y armoniosa de sus habilidades y características. La Psicomotricidad es una práctica que le permite aprovechar las emociones, las reales, que llenan la mirada, el corazón y el cuerpo.

Bibliografìa
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Boscaini F., (1993). Lo spazio dello psicomotricista. Res anno I n.1-2, 1993-p 29-32
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Bowlby J., (1980). Attaccamento e perdita. Vol. III. La perdita della madre. Fabbri Publishing S.r.l., Milano
Galimberti U., (2002). Il corpo. Feltrinelli Editore, Milano
Galimberti U., (2008). Dizionario di Psicologia. UTET Libreria, Torino
Gardner H., (1993). Educare al comprendere. Stereotipi infantili e apprendimento scolastico. Feltrinelli Editore (MI)
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Montessori M., (1938). Il segreto dell’infanzia. Edizioni Corriere della Sera
Piaget J., (1968). La nascita dell’intelligenza del bambino. Giunti-Barbera, Firenze (FI)
Russo C.Roberto., (2019). Psicomotricità. Nuovo approccio valutativo e intervento globale: terapia psicomotoria, sostegno genitoriale, collaborazione sociale. Zanichelli Editore, Bologna

Francesca Sordina

Il gioco in Psicomotricità: pratica educativa e clinica in Italia



Il gioco è considerato per eccellenza lo strumento ideale dello Psicomotricista. Attraverso il gioco si dispiega l’attività psicomotoria per i bambino e per l’adulto.  “Il gioco è una cosa seria. Gli serve per scoprire il mondo”. ED è proprio così! Il bambino inizialmente, crea la sua visione del mondo e degli oggetti, nonché degli altri esseri umani attraverso il gioco, dapprima un gioco sensoriale, e via via sempre più strutturato divenendo gioco simbolico ai 18 mesi ed infine, gioco astratto. Proponendo una analisi proposta per la prima volta dal filosofo Jerry Fodor, i bambini piccoli possiedono una “lingua di pensiero”, in cui essi rappresentano a se stessi i fatti del mondo. Il repertorio simbolico dei bambini infatti, in età prescolare, nella sfera della comunicazione va ben oltre il linguaggio e le attività ad esso stesso legate (Gardner H., 1993).  Psicologia e fisiologia hanno dimostrato come siano presenti meccanismi di gioco sin dai primi mesi di vita del bambino che vive una completa dipendenza dalla figura di riferimento. Come indica Bowlby ed altri studiosi della Teoria dell’attaccamento, rispetto alle cure che il bambino riceve nei primi mesi di vita, ed aggiungo, sin dal concepimento, svilupperà un’immagine di se stesso positiva o negativa, che rispecchierà proprio il modo in cui ci si è presi cura di lui. Si pensi agli esperimenti di Harlow con le scimmie Rhesus, poi ampliati dagli studi di Mary Ainsworth. I bambini creano con i propri genitori e con l’ambiente circostante un legame solido, indissolubile. Da qui, ne deriva il loro rapporto con l’oggetto sia esso strutturato e non, e quindi con il gioco. Maria Montessori, nell’opera “La scoperta del bambino”, pubblicata nel 1948, dopo l’osservazione di metodi e di strategie educative in un contesto pedagogico, afferma: ”Per mezzo del contatto e dell’esplorazione dell’ambiente l’intelligenza innalza quel patrimonio di idee operanti, senza le quali il suo funzionamento astratto mancherebbe di fondamento e di precisione, di esattezza e di ispirazione. Questo contatto è stabilito per mezzo dei sensi e del movimento”.  Il bambino inizialmente gioca con le figure di riferimento attraverso i movimenti riflessi (automatici ) che caratterizzano i primi mesi e che hanno una valenza puramente tonico-fisiologica. E’ nella ripetizione che questi movimenti riflessi divengono più fini, accurati e finalistici. Il bambino qui pone le basi per la costruzione e l’ideazione di un gioco strutturato. E’ importante e/o fondamentale che il genitore, o la figura di riferimento sia presente ed assecondi le richieste del bambino. Andrà a formarsi un’idea di se stesso stabile e quindi il gioco diverrà prolungamento, continuazione, della sua esistenza. Diviene quindi una proiezione di sé. Il corpo quindi diviene all’interno del progetto psicomotorio, strumento di relazione. Inoltre, per garantire il successo terapeutico fondamentale appare essere la continua correlazione tra il processo terapeutico, la storia del paziente, le tipologie delle figure parentali e i diversi influssi ambientali (Russo C., 1988).  La maturazione neurologica, psicologica e relazionale, permette al soggetto di adattarsi allo spazio e di conoscerlo (Boscaini F., Saint-Cast A., 2012). Dopo il raggiungimento delle tappe motorie di base, il bambino inizia ad acquisire una certa autonomia, intorno ai 13 mesi, età in cui inizia quindi a muoversi nello spazio. Da questo momento in poi, l’ambiente circostante sarà osservato e vissuto dal bambino stesso da un’altra prospettiva: la maturazione della visione tridimensionale, la postura eretta e la regolazione del tono muscolare, aiutano il bambino a percepire se stesso all’interno di un ambiente, di uno spazio che finalmente può essere controllato e manipolato dal bambino stesso. Il gioco senso- motorio è quindi il gioco che caratterizza i primi anni di vita del bambino: in seguito alla fase del gioco “fusionale” in simbiosi anche a livello corporeo con la figura di riferimento, nasce la necessità di esplorazione completa. Uno dei giochi più amati in questa fase è il gioco del cu-cù dal quale il bambino poi estenderà il suo piacere nel nascondere gli oggetti e successivamente ritrovandoli. Va a costituirsi quella che viene nominata “costanza dell’oggetto”. Il bambino attraverso il gioco senso-motorio va strutturare un’immagine di sé competente ed in grado di fare. Un’immagine che lo accompagnerà e si trasformerà durante l’arco della vita. I giochi sensoriali che prevedono l’utilizzo di materiali diversi, di rumori diversi, appaiono in questo momento i privilegiati. Quegli oggetti che aiutano il bambino all’esplorazione e all’integrazione di concetti ancora slegati tra loro: lo spazio, il tempo ed il ritmo. E’ importante quindi permettere ai bambini una totale esplorazione attraverso il corpo. Durante le attività educative come quelle in terapia spesso chiedo ai bambini di togliere le calze e di percepire ogni sensazione derivante dal corpo: il caldo, il freddo, il ruvido, il liscio per esempio. Il coinvolgimento totale del corpo è fondamentale. Ci riporta alle sensazioni più pure come nel grembo materno ed a riscoprire nonostante l’acquisizione di tappe fondamentali di autonomia, la costanza della figura di riferimento anche se non presente. Le esperienze tonico-emozionali ricoprono in questo senso un ruolo fondamentale: l’avvolgimento nelle coperte, le immersioni nella piscina di palline, la casetta. Successivamente all’età di due anni, emerge il gioco simbolico è una tappa fondamentale poiché permette al bambino (ma anche all’adulto in terapia) di esprimere i propri vissuti, le proprie emozioni facendo uso di simboli. Un qualsiasi oggetto si trasforma in qualcos’altro: un bastone può diventare un remo di una barca, un telo può diventarne la vela e così via. Winnicott afferma l’importanza del gioco simbolico che porta il bambino così come l’adulto in un’area intermedia dove ognuno può portare una propria progettualità. L’adulto in questo, deve sostenere il bambino. La figura del genitore nel gioco simbolico diviene fondamentale: il padre e la madre agiscono all’interno di uno spazio insieme al bambino che è uno spazio di fantasia, immaginario ma che riporta i fantasmi della vita reale. Attraverso il simbolico ognuno può decidere chi essere e come essere. Nella terapia, di cui parleremo successivamente, attraverso il gioco simbolico emergono i vissuti più importanti per il raggiungimento degli obiettivi stilati durante la valutazione. Nel gioco simbolico spazio e tempo non sono reali ma appartengono a quella realtà che è esterna, irreale, costruita. Gli adulti sostengono il bambino senza opporsi, ma garantendo la progettualità del bambino stesso. “Nel bambino esiste l’attitudine creatrice, l’energia potenziale per costruire un mondo psichico a spese dell’ambiente” (Maria Montessori, 1938). Il gioco simbolico per eccellenza è il gioco della casetta ce nei gruppi di Psicomotricità preventiva-educativa spesso svolgo nel primo incontro  e nell’ultimo incontro di ogni ciclo che solitamente prevede 10 incontri. La casetta dà una sensazione di contenimento, appartenenza e di sostegno. I bambini si guardano, esplorano con lo sguardo i loro compagni ed integrano queste informazioni nella costruzione della propria immagine. Il bambino riscopre la sensazione di contenimento, ma nello stesso tempo si offre all’ambiente. L’oggetto acquisisce quelle che Boscaini definisce le due peculiarità fondamentali: l’unità  e la permanenza nello spazio e nel tempo. Dal gioco simbolico si crea verso i 6 anni il gioco di ruolo,  dove i bambini creano scenette ed assegnano a ciascuno un proprio ruolo. Infine, con la nascita del pensiero astratto e del pensiero logico-matematico, si crea il gioco con regole. In realtà i giochi con regole vengono inseriti tra i 6 e gli 11 anni proprio perché lo sviluppo di ogni  individuo percorre si tappe fondamentali con una traiettoria molto simile per tutti, ma raggiungendo gli obiettivi e le tappe stesse con un ritmo proprio, ritmo che ha un carattere personale ed unico. Il gioco si pone come strumento all’interno del setting psicomotorio, per far emergere i vissuti dei bambini e degli adulti. Il bambino riversa le proprie emozioni creando un  ponte con lo psicomotricista che diviene parte integrante di uno scenario che potrebbe essere paragonato ad un teatro. I gruppi di Psicomotricità composti da bambini di età più o meno similare (gruppi di bambini di età di 2/3 anni, bambini di 4/5 anni e così via), creano una sinergia tra loro dopo un tot di incontri (più  o meno dopo 3 incontri). I bambini si conosceranno, si osserveranno e creeranno insieme un proprio percorso sempre diretto dallo Psicomotricista che si pone come un “maestro d’orchestra”. Il gioco dai primi momenti di vita e ancor prima della nascita è un ponte, uno strumento, un mediatore tra il corpo esterno che si muove, agisce ed attua comportamenti, azioni e vissuti, e un corpo interno fatto di fantasmi, di emozioni, di espressioni. La Psicomotricità come approccio globale alla persona sfrutta la possibilità del gioco nell’educazione per accompagnare i bambini ad uno sviluppo armonico delle loro competenze. L’intelligenza del bambino si struttura attraverso l’esplorazione del mondo circostante, dello spazio quindi esterno che è fatto di oggetti, di cose e di persone. Si entra in contatto con gli oggetti attraverso il gioco. Ogni oggetto detiene significati fisici, simbolici ed affettivi capaci di farci tornare per un po' nel grembo della mamma, o di farci sentire come un eroe che sconfigge un drago. Il simbolismo è fondamentale, così come l’aspetto fisico che ci permette di tornare rapidamente alla realtà. I giochi con la palla sono un chiaro esempio di come un oggetto può essere considerato nella sua multipla caratteristica: la palla all’interno del setting è un oggetto fondamentale. La palla in diverse dimensioni e diverse composizioni, grande, piccola, media, morbida, di spugna, più dura, ha caratteristiche fisiche perfette per i lavori posturali e di regolazione tonica. Insostituibile nella pratica terapeutica. Dal punto di vista simbolico la palla rappresenta la mamma in ogni sua forma e consistenza: un bambino che tende a permanere nello spazio del setting in cui è posizionata la palla, o che ne fa un uso ripetitivo e si arrabbia se gli viene tolta chiarisce un attaccamento di sicuro disturbato e necessita di essere chiarito. La palla permette uno stato di attivazione sul piano motorio ed aiuta giochi di coordinazione globale, oculo-podalica o oculo-manuale. Può essere impiegata in tantissime attività in modo diverso e sempre originale. Nel gioco di lancio e recupero della palla nella strutturazione di una presenza ed assenza e facilità o meno di distacco dall’oggetto stesso,  lo psicomotricista osserva il comportamento nonché controllo tonico del bambino. Insomma, la palla, oggetto banale, è invece all’interno del setting importante. “La capacità di scambio in questi giochi può a volte essere lo specchio delle qualità di attaccamento che il bambino ha potuto creare nel primo periodo della sua vita e alla sua capacità di poggiarsi su una base sicura” (Bowlby J., 1969). 
Il gioco nella presa in carico clinica: il racconto di un caso.
Il setting di Psicomotricità fa riferimento ad uno spazio fisico caratterizzato da quattro aree: lo spazio simbolico, quello di realtà, quello motorio ed infine tonico-emozionale. Ogni spazio all’interno del setting ci porta ad esprimere un vissuto diverso e le nostre caratteristiche personali. Lo Psicomtoricista come mediatore corporeo durante la presa in carico, si pone come osservatore del bambino o dell’adulto. Per questo è fondamentale osservare dove appena entrato in stanza il soggetto va a porsi. Se un individuo va immediatamente per esempio nello spazio tonico-emozionale avrò chiaro come la necessità di quel momento da sostenere ed elaborare, sia un aspetto che ha a che fare con il contenimento, la sicurezza e la possibilità di un supporto. Se un bambino o un adulto si sposta nello spazio di realtà, la necessità probabilmente di quel momento sarà un’espressione cognitiva della propria persona. Probabilmente il soggetto avrà caratteristiche rigide e di inibizione. Lo Psicomotricista quindi raccoglie queste informazioni e nella modulazione con il corpo dell’altro  dei suoi bisogni crea uno spazio che viene definito “transizionale” dove si crea una realtà parallela in grado di portare all’espressione e all’elaborazione dei propri vissuti, delle proprie emozioni. La presa in carico psicomotoria dell’adulto o del bambino permette la creazione di un percorso sulla base di obiettivi posti in seguito a quello che viene chiamato “esame psicomotorio”. Un insieme di prove di competenze diverse: da quelle motorie e prassiche a quelle affettive/relazionali. Come nell’ambito educativo-preventivo, anche nell’ambito clinico, il gioco diviene strumento essenziale sia con l’adulto che con il bambino. Il gioco permette di superare difficoltà e disturbi. Quello che vorrei raccontarvi è un’esperienza all’interno del mio studio di Psicomotricità a Verona.
Il caso di Anna: una presa in carico psicomotoria in disturbo di inibizione primario
Nel settembre del 2017 arriva presso il mio studio in seguito ad un colloquio preventivo con i genitori Anna (nome di fantasia per tutelare la privacy della bambina” di 5 anni. Dal colloquio anamnestico non emerge nulla di particolare se non una grande difficoltà della bambina nell’approcciarsi ad attività motorie e che richiedono un intervento completo del corpo. Una bellissima bambina, dai capelli biondi e gli occhi azzurri. La sua corporatura è snella e longilinea, molto alta per la sua età. Ogni segmento corporeo è proporzionato al corpo. Anna appena arriva osserva lo studio. Si nasconde dietro la mamma ed il suo viso si fa leggermente paonazzo. Dopo qualche minuto accetta di entrare nel setting con me lasciando la mamma in sala d’attesa. La bambina si siede immediatamente a tavolino nello spazio di realtà. Appare accettare subito la mia figura iniziando a raccontare le sue amicizie e la scuola. Poco dopo le chiedo di spostarsi con me nello spazio motorio. Lei immediatamente si irrigidisce, il tono muscolare aumenta notevolmente ma io la rassicuro mostrandole la palla di dimensione medie morbida e proponendole uno scambio duale con le mani. Anna sorride ed il tono muscolare diminuisce drasticamente in poco tempo. Iniziamo così uno scambio, a terra (per permettere la regressione ed una diminuzione del tono muscolare). Comprendo subito che quello scambio porta con sé molto di più di un atto motorio di coordinazione: è uno scambio simbolico, che ha consentito ad Anna di aprirsi nei miei confronti ed a me di accogliere i suoi vissuti e la sua rigidità (sia fisica che affettiva). Serviranno altri due incontri prima che Anna si apra completamente, si confidi e riporti la sua rabbia, la sua insicurezza e la sua grinta all’interno del setting. Due incontri fatti di scambi verbali e corporei, di attività senso-motoria statica e dinamica. Dopo quattro incontri la bambina mi chiede spontaneamente di utilizzare i cerchi, i coni ed i materassi e propone spontaneamente un percorso motorio. L’immagine di sé si era ampliata e soprattutto l’immagine corporea era sostenuta e lei si sentiva accettata e libera di essere e di esprimere i propri sentimenti. La rigidità posturale e tonica ha lasciato via via spazio ad un tono medio e si era fatta strada la possibilità di eseguire la tecnica di rilassamento, tecnica utilizzata attraverso il dialogo corporeo e tonico con utilizzo di diversi strumenti ed oggetti psicomotori. La bellezza nel nostro lavoro è che chi entra all’interno del setting psicomotorio non sarà mai uguale a quando ne uscirà, e lo stesso vale per lo psicomotricista. Lo psicomotricista si arricchisce giorno dopo giorno, ora dopo ora dei vissuti degli altri, li accoglie ed assieme agli stessi li elabora per portare ogni individuo ad una completa ed armoniosa esaltazione delle proprie competenze e caratteristiche. La Psicomotricità è una pratica che consente di usufruire delle emozioni, quelle vere, che riempiono gli occhi, il cuore ed il corpo.
Bibliografia
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