Agradezco profundamente los espacios de diálogo
que se han ido abriendo en diferentes ámbitos y que me permiten hacerme
preguntas y volcarlas en estas hojas para compartirlas.
El
grupo / lo grupal
Desde un pensamiento de lo complejo y una
perspectiva vincular, Denise Nachmanovich (2001) dice “el cuerpo no existe
independientemente de nuestras vivencias, creencias, experiencias, no flota
inmaculado en la eternidad, sino que es forjado en la historia humana que
transcurre siempre en un ambiente poblado de otros seres y entidades con los
que estamos profundamente entramados” y me atrevo a agregar en un tiempo y circunstancias
particulares. Mi experiencia dentro del
ámbito clínico por un lado y educativo por otro me interpela en este sentido.
Durante un intercambio con docentes de nivel
inicial, señalaban que durante las reuniones a través de plataformas digitales
con los niñxs aparece cierta dificultad en poder escuchar a sus compañeros,
frustración por no ser escuchados, la necesidad de contarle a la docente algo o
compartir una idea como único interlocutor (al parecer mayor ahora que en
momentos de presencialidad). También señalan cierta dificultad en el armado de
“grupalidad”, de lo identitario como grupo.
¿Qué significa pertenecer a un grupo? El primer
grupo de referencia podríamos pensar que es la familia. Un grupo se hace con otros. Pero ¿Qué es un
grupo? ¿Cómo se arma? ¿agrupar o armar
grupo? ¿Es posible armar grupo en la virtualidad? ¿Cómo? ¿Es igual para niños
que para adolescentes o para adultos?
En la primera infancia, donde el cuerpo está en
construcción, la posibilidad de descentramiento como adquisición, se construye
en trama dialéctica con la pertenencia a ese grupo primario que es la
familia. En esta trama aprendemos de
límites y posibilidades, de ausencias y presencias, de la cultura, lo que es
valioso dentro del grupo primario. En la
infancia este un proceso que tiene varias vueltas espiraladas y en la que los
adultos somos sostén y soporte, objeto de identificación y trampolín de
partida. Es a partir de esta
construcción corporal que podemos conocer la trama grupal.
¿Qué se espera entonces de estos niños? ¿Cómo pueden armar noción de grupalidad
cuando hoy el desafío es devenir cuerpo en circunstancias extraordinarias?
“El
vocablo grupo surge en el momento de constitución de la subjetividad moderna.
Su etimología refiere a un número restringido de personas asociadas para un
algo en común” (Fernandez, 1997:), en este sentido podríamos pensar que la sola
intención, si es compartida, bastaría para armar grupo.
Pienso en la experiencia de la reunión virtual
y me veo frente a una pantalla, donde hay otras personas que participan junto a
mí de un evento, las tengo todas frente a mí, pero frente a la pantalla estoy
sola, no hay otros a mi alrededor.
En el encuentro cuerpo a cuerpo se dan
fenómenos como la mirada, la voz, la sensibilidad que me dice que hay alguien detrás
de mí, incluso la posibilidad de contacto.
La mirada que busca aquel o cual compañero y que para encontrarlo tengo
que darme vuelta o trasladarme.
Entonces ¿para ser grupo hace falta compartir
espacio? El espacio real cohesiona,
da un marco. Las voces de los otros
envuelven el cuerpo y nos permiten tomar noción de espacialidad, de un adentro
y un afuera, de un atrás y un adelante, así como también el contacto corporal
con otros.
Alicia Fernandez (1997) habla sobre la distribución
en el espacio de un grupo. Retoma la idea de círculo o ronda , retomando la
tradición celta de “circulo de iguales” pero dice que esta distribución no hace
tanto a la jerarquía como al circular de los intercambios entre participantes
en esta disposición. Dice “esta forma característica connota algo que
trasciende el espacio mismo, que va mas allá de la eventual organización de sus
actividades; implica, en realidad una particular estructuración de los
intercambios entre los integrantes.” Y Sigue “El mero sentarse en grupo no
horizontaliza las jerarquías sino que parecería poner el acento en los
intercambios que se generan en el círculo, en principio de miradas, que la
distribución espacial posibilita” (pag. 30-31)
En la sala de psicomotricidad armamos una ronda
donde podemos vernos las caras, mirarnos a los ojos, donde cuando miro a unos
no veo a los demás, pero sé que están, donde nos veo y me siento parte. ¿Hay
posibilidad de armar ronda a través de la pantalla?
Por otro lado, el tiempo compartido en ese mismo espacio nos permite vernos,
reconocernos como parte de esa comunidad.
Compartir objetos… ¿Y el guardapolvo o el uniforme? También nos
identifica como parte de ese grupo, que comparte el mismo espacio. ¿Basta esto
para armar grupo?
Desde la psicomotricidad pensamos que el cuerpo
se construye en y para la relación con otros (González, 2009), a partir de un
soporte biológico que posibilita el ponernos en relación con esos otros. Desde un estado de dependencia absoluta hacia
la autonomía. Para los niñxs la interacción con otros, pares y adultos, son parte de los desafíos que hacen a su
construcción corporal, compartir tiempo y espacio, objetos, la atención de la
docente, espacio sonoro.
Lxs psicomotricistas confiamos en la grupalidad
donde la posibilidad de salir de la autoreferencia se hace presente haciendo
con otros.
Por otro lado están los lazos que se arman en
espacios fuera del espacio áulico, en la puerta por ejemplo, entre los adultxs
que acompañan a esos niñxs. Hoy eso no
es posible.
En estos últimos meses nos enfrentamos al
desafío de no perder el lazo, que el distanciamiento sea físico pero no social,
de encontrar nuevas formas de agruparnos, de armar redes dinámicas, de buscar,
crear o recrear aquello que anuda, lo que enlaza, para tejer una trama nueva,
con los mismos materiales pero también sumando y creando nuevos.
Dice Myrta Chokler:“definimos el desarrollo
como la serie de sucesivas transformaciones que le permiten al hombre
satisfacer progresivamente sus diferentes, múltiples y renovadas necesidades,
en un proceso de adaptación activa al medio. (1994:75).
Hoy se nos presenta la oportunidad de acompañar
infancias y adolescencias en este nuevo modo de armar trama grupal. Para esto hace falta observar las múltiples
variables en juego y en cada caso en particular para habilitar modos de habitar
las diferentes posibilidades que se presentan.
También nos hace falta vivenciar los modos, hacer la experiencia para
poder ofrecerles algunas alternativas posibles, pero dejar lugar a las que
ellxs tengan ganas de crear también.
Seamos pacientes, seamos sostén y refugio para
los niñxs y adolescentes como para nosotrxs mismxs. Estamos aprendiendo nuevos modos, duelando
los antiguos, encontrando nuevos aprendizajes.
Ya lo dijo Baruch Spinoza “nadie sabe lo que
puede un cuerpo”.
Escrito por Natalia Roza, psicomotricista.
Bibliografía consultada
·
Calmels,
Daniel (2004) Juegos de Crianza, el juego corporal en los primeros años de
vida. Buenos Aires. Editorial Biblos
·
Chokler, Myrta (1994), Teoría de los
organizadores del desarrollo psicomotor infantil, Los Organizadores del desarrollo Psicomotor.
Buenos Aires, Argentina. Ediciones Cinco
·
Fernandez,
Alicia (1997) El campo grupal.
Introducción y Capitulos 1 y 2. Buenos Aires. Nueva Visión
·
Gonzalez,
Leticia (2009) Pensar lo psicomotor – La construcitvidad Corporal y otros textos.
Caseros: EDUNTREF
·
Nachmanovich,
Denise (2001) Del “Cuerpo Máquina” al “Cuerpo Entramado”. Campo Grupal N° 30. Buenos Aires